Queramos o no, la decisión del senador Jorge Carlos Ramírez Marín de dejar el PRI para unirse a otra fuerza política puso más emoción a la designación del candidato o candidata de la Cuarta Transformación a la gubernatura del Estado, el año que viene.
Ya hay voces que tratan de explicar lo que está pasando, así como el movimiento de escenarios que se materializan de cara a las decisiones que se van a tomar en la oposición del estado.
De entrada, casi podemos asegurar que la alianza entre el PAN y el PRI, junto con el PRD, que a nivel nacional postulará a Xóchitl Gálvez, tiene la vía libre para que se concrete en Yucatán con Renán Barrera como candidato único.
Es lógico pensar que, con la experiencia que tiene, Ramírez Marín concluyó que eso iba a pasar y mejor se fue para buscar la candidatura en otro lado. Ahora falta que lo consiga.
De hecho, si leemos está parte de su carta, eso se concluye: “Aunque las circunstancias no me lleven a encabezar el proyecto (sin especificar) haré el mismo esfuerzo, pondré el mismo afán y procuraré convertirme en fianza o garantía para que el próximo gobierno no se aparte de los objetivos trazados y traicione al pueblo”.
No cabe duda que en política se ve de todo. Y hay que tragar de todo, reza un adagio.
Y lo que falta, porque de los más de 10 aspirantes que se registraron para contender por la Coordinación Estatal de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación no todos quedarán contentos cuando se defina al ganador de la encuesta.
Ya vimos la reacción de Marcelo Ebrard a nivel nacional cuando los resultados le fueron adversos. Si eso hizo una de las corcholatas mayores, imagínese lo que harán los del patio.