Forma parte de una estrategia de prevención ante la amenaza del cambio climático
Egipto inauguró el día de ayer en la península del Sinaí, la planta de tratamiento de aguas residuales más grande del mundo como parte de una estrategia que apuesta por el reciclaje del agua ante la amenaza del cambio climático y los efectos de la presa que Etiopía está completando en el Nilo Azul.
Bahr el Baqar, la faraónica planta de tratamiento inaugurada ayer por el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi, en la orilla oriental del canal de Suez, en el Sinaí (noreste), tiene una capacidad para producir 5.6 millones de metros cúbicos de agua a diario para ser utilizados para el cultivo de casi 162,000 hectáreas.
Eso significa que cada año Egipto dispondrá de más de 2.000 millones de metros cúbicos de agua reciclada.
Debido a su envergadura, este coloso del reciclaje de aguas ha recibido tres Guinness World Records, algo que las autoridades egipcias están empeñadas en conquistar cada vez que se inaugura un nuevo megaproyecto.
El objetivo de la planta es además poder hacer cultivables algunas de las tierras de la maltratada península del Sinaí, escenario de varios conflictos armados y actualmente de una campaña militar contra los remanentes de la rama egipcia del Estado Islámico.
El Gobierno egipcio se ha propuesto desarrollar la zona en un periodo de entre dos y siete años para “conectar el Sinaí con el resto de la República”, dijo en la inauguración el primer ministro, Mustafa Madbuli.
FUERTE INVERSIÓN
Enfocados sobre todo al aprovechamiento de recursos hídricos, estos proyectos para el desarrollo de la península y en el delta del Nilo tienen un coste de alrededor de 700,000 millones de libras egipcias (unos 44,562 millones de dólares).
Entre ellos se encuentran también las seis plantas desalinizadoras en el Sinaí, principalmente en el sur, que serán capaces de proveer agua potable y de riego a las poblaciones de esta zona que conecta el continente africano con Asia.
Estas plantas se suman a las 27 que tiene el país y a otras siete en construcción con un coste, entre todas ellas, de 23,000 millones de libras (unos 1,464 millones de dólares).
Egipto está obcecado en reformar su sistema hídrico por varias razones, entre ellas el crecimiento exponencial de la población (hay 25 millones de egipcios más que en 2010) y que los canales de riego “no se han reformado en los últimos 200 años”, en palabras del ministro de Recursos Hídricos, Mohamed Abdelati.
Durante la inauguración, Abdelati dijo que esta necesidad se ve acelerada, además, por el cambio climático y por “los retos a los que se enfrentan los países de la cuenca del Nilo”, en referencia a Egipto y Sudán, que se oponen al llenado de la gigantesca presa que Etiopía está completando en su territorio.
Para los sudaneses y egipcios, el llenado de la presa supone una amenaza a su seguridad nacional, puesto que en el caso de Egipto, depende en casi un 90 % del agua del Nilo.
MAL USO DEL AGUA
Al Sisi ha puesto en marcha todo el arsenal diplomático para llegar a una solución consensuada de la presa, pero también reconoció que el problema de la escasez de agua también se genera en casa.
“La disminución del agua no se debe a la disminución de nuestra cuota de agua (en referencia a la porción estipulada tras la conclusión de la presa etíope), sino que se debe al mal uso del agua que tenemos”, dijo el presidente egipcio durante la inauguración de Bahr el Baqar.
En los últimos años, el Gobierno egipcio ha registrado “miles de violaciones” en terrenos agrícolas y canales para la irrigación, que van desde su obstrucción hasta construcciones ilegales o acumulación de residuos.
Texto y fotos: EFE