El arte de envejecer con dignidad

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Crecer con dignidad de acuerdo al sentido etimológico del término, es crecer con excelencia. Tomemos esta idea para, los que ya estamos en el plano consciente de que cada vez nos hacemos mayores ¡bendita gracia!; lo hagamos con dignidad y no sólo esperando a que los años se nos vengan encima y la vejez nos agobie con su calamidad.

¿Cómo hacerlo?, ¿cómo prepararnos para no sólo cumplir años y la senilidad nos enferme y nos limite?. Porque parece un lugar común (un cliché) que en el paquete de la vejez venga también la enfermedad, la demencia y la decrepitud.

Con toda la información que hoy tenemos de parte de la nueva ciencia biomolecular, neurológica y genética (que es puro conocimiento humano), deberíamos entender que nosotros mismos podemos controlar nuestro desarrollo y crecimiento. Y depende de nosotros, ¡sólo de nosotros!, que lleguemos a cumplir 100 años en pleno estado de salud mental, emocional y físico.

¿Y cómo hacerlo?, vuelvo a la pregunta. Primero, ¡entendiendo!, ¿y cómo entender?, ¡aprendiendo!. En la vida (en la de todos) es una matemática simple; conocer es aprender y aprender es entender. ¡Nada sucede bien desde la ignorancia!. Y nuestros mejores sabios para enseñarnos esta sabiduría son Sócrates y Buda. Sócrates llamaba “error de conocimiento” a la ignorancia. Y la ignorancia de “no saber vivir” o nunca haber aprendido con el tiempo, traerá siempre malas consecuencias.

La gran mayoría en el mundo piensa que la vida es tal como sucede, por destino o por suerte; bien o mal, escasa o mucha, ignorando tanto el deber como nuestra responsabilidad para dirigirla, orientarla, cuidarla y corregirla cuando sea necesario para que ésta suceda como realmente queremos. Porque tener una mala vida regularmente se deriva de la falta de consciencia, criterio y voluntad para mantenernos en control de nuestra propia salud y bienestar.

Perder el control sobre uno mismo (el enojo, la frustración, el miedo…) conlleva a la desesperación o a la depresión, y éstas a la enfermedad. Y si estas emociones comunes son crónicas y recurrentes; al desgaste y desajuste de la vida biomolecular y la vejez temprana.

Dos mitos me hacen pensar que la vida puede ser más larga y sana de la que tenemos ahora; vivir más tiempo y sin la consecuencia de la enfermedad generada por la vejez. De ello se ocupa también la ciencia genética ahora.

El mito griego habla de cómo vivían los hombres en la “época de oro”, antes del castigo divino y la llegada al mundo de Pandora que representa todos los males del mundo, incluida la enfermedad y la vejez. Los hombres vivían sin ninguna pena, exentos de dolor y sufrimiento. No envejecían y cuando morían simplemente se quedaban dormidos después de haber cumplido trecientos o setecientos años.

En el mito judío contenido en el Viejo Testamento, se habla también de edades extraordinarias como las de Matusalén (969 años), Adán (930 años) y Noé (950 años). Tampoco se menciona que hayan muerto de enfermedad o decadencia. Y aunque ellos sí envejecieron, Dios simplemente consideró que ya era hora de recoger sus almas.

Sin embargo, cuando decide acabar con la humanidad creada hasta entonces, mandando un diluvio (Noé tenía 600 años), también decide que todas las generaciones de Noé, no podrán cumplir más de 120 años. Aunque sabemos que siempre hizo excepciones a esta regla. Abraham murió de 175 años.

Hoy esta edad designada por Dios para que vivan sus criaturas (la Edad en que murió Moisés: 120 años), es la mayor cantidad de años en términos estadísticos que alguien ha podido cumplir en nuestro tiempo. Y el pronóstico científico apunta a que dentro de algunas décadas; el ser humano podrá ser cada vez más longevo, sin enfermedad y sin envejecimiento. Aunque no sabemos si el proceso será selectivo como en el caso de Adán, Matusalén y Noé, o democrático como en el mito griego.

Pero, por ahora una buena vejez; plena y digna (¡y sabia por supuesto!), sólo depende de nosotros; de cuánto aprendamos y cómo vivamos nuestra vida.