El aspecto cuántico en la filosofía de Dios

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

La idea y las palabras de este artículo comenzaron a ocupar mi cabeza a partir de un ejercicio llevado a cabo en una de mis clases de filosofía sobre el lenguaje científico-positivo. Se trataba de que cada alumno eligiera una de las mejores palabras de su vida y comentara la razón de su elección.

La mía, como ejemplo, fue la palabra Dios. Y sin duda sigo pensando que es la mejor de las palabras en mi vida. Dios es una palabra que me habita (vísceras, piel, músculos, huesos, sangre, sensación, sentimiento, emoción, pensamiento…) y yo la habito a ella.

El simple hecho de decir Dios o el acto mismo de pensarlo, ya es suficiente y significativo. La palabra, más allá de su significado, tiene una entidad de calma y regocijo, de presencia y serenidad, de fortaleza y resistencia. A un tiempo es una palabra sublime y diáfana, y a otro suficiente y fuerte. Decir Dios fortifica, calma, anima, protege y fortalece.

Pero también la palabra Dios tiene que ver tradicionalmente con lo que entendemos por fe y esperanza, con el bien, la compasión y la salud, con la ilusión de esperar lo que se espera de Él y de contar siempre con su asistencia. Y es en este último sentido donde Dios también se convierte en un dilema, en un misterio (divino, pero misterio al fin).

En física cuántica, el dilema de no saber cómo actuará la más diminuta de las partículas posibles de la energía, se llama “incertidumbre”. Y misterio e incertidumbre por lo que aquí cabe en mi juicio dialéctico, es lo mismo. La incertidumbre o el misterio de Dios son lo mismo en el seno de su invisible divinidad.

Eckart solía decir: “si lo ves, no es Dios”. A Dios hay que mirarlo con los ojos cerrados. Y esta interpretación nos hace reconocerlo sólo dentro del terreno espiritual, es decir, dentro del plano de su misterio. Así; el misterio de Dios está en nuestra espiritualidad, en aquello que realmente no se ve, pero se siente y se percibe. Agustín habla de “iluminación”, y la iluminación en el budismo zen es el Tao y la verdad.

Incertidumbre, verdad, iluminación, misterio; son palabras de aquello que se refiere a Dios y podemos nombrar. Son palabras que podemos habitar y dejarnos habitar por ellas. Platón, en su Metafísica, usa dos palabras para nombrarlo: “Suprema Bondad”, “Supremo Bien” o “Suprema Inteligencia”. Y es a partir de él que hoy Dios se presenta ante nosotros como lo conocemos.

La idea misma de Platón sobre Dios no está lejos de la mecánica cuántica; su Bondad, su Sabiduría y su Misterio. Aunque no lo vemos (electrones y cuarks son imposibles de ver por el ojo humano si no es a través de sofisticados microscopios), porque las mismas ideas de Platón no se ven; ¡Dios está ahí! El Dios Todo o Uno, también, de los Pitagóricos y Presocráticos. El Dios “Pan” de Spinoza y aquél propio de la “Naturaleza Divina” de Epicteto y Marco Aurelio.

Dentro de su incertidumbre cuántica, Dios, como la teoría del gato de Schrodinger (Premio Nobel de Física en 1933); Dios está y no está, pero no porque dependa de Él mismo, sino del observador. Y en este sentido Dios pudiera parecer que no existe (o que está muerto, como dice Schrodinger sobre el gato), ¡pero está ahí!. El problema es que no podemos demostrarlo con las razones físicas que hasta hoy conocemos. Y esto fue lo que incomodó a Einstein antes de morir, porque lo evidente y lo no evidente parecen sumar lo imposible.

La evidencia de Dios que no pueden ver ateos y agnósticos en su afán porque Éste quede demostrado, es precisamente a lo que se refiere el aspecto cuántico de aquello imposible de ver o demostrarse, porque Dios no pertenece a lo físico sino a lo metafísico de la incertidumbre misma de su misterio. 

En Física Cuántica, el principio de incertidumbre es precisamente aquello que todavía no logramos comprender.