El burro hablando de orejas

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

Nuestra relación con los EU se ha vuelto paradójica, por decir lo menos. Se trata de una especie de diálogos de sordos. Siendo la frontera más extensa del planeta y respectivamente los socios comerciales más importantes, la relación pierde aire y empieza a sofocarse.

A partir de la desgracia de la muerte de 40 personas ocurrida en Ciudad Juárez, durante el incendio de una estación migratoria, se detonó una condena general a nuestro país encabezada por EU, Personajes de la política y activistas americanos se han manifestado en contra del gobierno mexicano por las condiciones en las cuales se encuentran estos centros, y hacen observaciones sobre sus derechos humanos.

Si bien es sumamente lamentable lo ocurrido y no puede más que conmovernos y llamarnos a conmiserarnos con aquellos que han perdido a sus familiares, la tragedia no debe entenderse solamente como un caso aislado sino como un episodio que revela múltiples aristas del profundo problema migratorio.

En el caso de EU no es más que el burro hablando de orejas. En tiempos electorales, los americanos han dirigido sus baterías a atacar al gobierno mexicano una y otra vez: se trata de la política de la piñata. Desde Obama, quien tardó meses en nombrar un embajador y terminó por enviar a un experto en estados fallidos, hasta Trump, quien se regodeaba de “haber doblado” a Marcelo Ebrard para la recepción de las caravanas de migrantes y la política de tercer país.

La nueva política americana quiere llevar a cabo una relación de subordinación y pérdida de soberanía. Lo más lamentable es que desde hace décadas su influencia y poder va ganando terreno y dicha condición se empieza a normalizar.

Los llamados “centros de detención” de EU concesionados a empresas particulares mantienen cautivos a los migrantes indocumentados enmedio de un limbo jurídico que ha soslayado la violación de derechos humanos elementales, desde tenerlos capturados en jaulas, hasta separar a los hijos de sus familias. Este es el tamaño de quienes señalan la paja en el ojo ajeno.

A los americanos les preocupa la violencia desatada en México y establece alertas para los viajeros en esta época vacacional. Cuando, para empezar, la torpe administración e inventarios que manejan las principales armerías les impide saber que han armado hasta los dientes al crimen organizado. Ayer la posición de Biden frente a un tiroteo y una matanza más en su país es simplemente un “lavado de cara”.

Puede parecer una estupenda idea vender armas y seguir su rastro para dar con los delincuentes que las usan, e incluso darles facilidades para que lleguen a ellos de manera más inmediata y así capturarlos, como se alegaba que sucedería con el famoso programa “Rápido y furioso”. Lo que no tiene ninguna justificación es que el gobierno americano se diera cuenta después de años de venta que no habían puesto el chip en las armas, con lo cual no se había podido rastrear el derrotero de las mismas y después tener los nervios de reclamar al Estado mexicano de no hacer lo suficiente para la seguridad nacional. Como diría un clásico “no me ayudes compadre”.

Es muy cómodo exigir que el Estado mexicano se haga cargo en su propio territorio de los migrantes que son rechazados para su ingreso a la Unión Americana. Estos desplazados no migran como consecuencia de diferencias culturales con sus paisanos en su patria, sino como una necesidad económica, política o social.  Hay que tener en claro que la política intervencionista de EU en lo que despectivamente llamaba “repúblicas bananeras” son el origen de la precariedad de dichos países.

Y hay que decir que, pese a su reclamo, el fentanilo va desde México hacia EU porque tiene el mayor mercado del mundo con la frontera más corrupta y porosa por dónde transita como un paseo dominical por el parque.