Por Marcial Méndez
Indudablemente, la noticia del mundo de la cultura popular más importante de la semana pasada fue el anuncio de que el corte de Zack Snyder de Justice League (la película del 2017) finalmente verá la luz del día el 2021 a través de la plataforma de streaming HBO Max.
¿Por qué tanto alboroto por eso? Pues porque el corte de la película que llegó a cines no fue el que el director original de la misma, Snyder, tenía planeado. Zack fue quien encabezó, desde lo creativo, los esfuerzos de Warner Bros. por arrancar lo que hubiera sido el universo cinematográfico de DC. Desde el inicio, el cineasta fue bastante ambicioso y tuvo una clara visión artística de lo que quería lograr con el nuevo proyecto que le fue encomendado, cuyo primer gran capítulo pretendía cerrar con Justice League. Sin embargo, es bien sabido que, a pesar de la pasión y el atrevimiento creativo detrás de ellas, las producciones de DC de Snyder (Man of Steel, Batman v Superman) fracasaron en su cometido: su mala recepción estaba desmoronando todas las posibilidades de verdaderamente establecer un universo cinematográfico y, por tanto, debían de ser detenidas. Es por eso que a Warner le vino como anillo al dedo el que Zack abandonara la silla del director por motivos personales durante la etapa de postproducción de Justice League. Luego de ser reemplazado por Joss Whedon, la narrativa de la cinta fue objeto de cambios substanciales que resultaron en el monstruo de Frankenstein que llegó a cartelera y que decepcionó tanto a las audiencias generales como a los fanáticos del cine de DC, en parte por el muy mal ejecutado esfuerzo por sustituir la dirección creativa original con estilo mucho menos inspirado, pero más accesible (a la Avengers). Sobra decir que el resultado fue desastroso; lo suficiente como para terminar de destruir el malformado y trágicamente joven universo cinematográfico de DC.
Desde entonces, un movimiento se formó. Impulsada tanto por fanáticos como por Snyder y otras figuras de la industria cinematográfica, se inició una muy fuerte campaña para lograr que la visión original del director para Justice League (el denominado “Snyder cut”) saliera a la luz. Tanta fue su fuerza que el cometido finalmente se ha logrado, y eso es motivo de celebración para todos quienes apoyamos la integridad artística dentro del mundo del séptimo arte, especialmente en lo que a Hollywood respecta.
Buenas o no, fracasos o no, las cintas que Snyder trabajó para DC fueron creativamente ambiciosas y tenían una tesis conceptual, una visión y un sistema de ideas que querían plasmar en la gran pantalla. La libertad creativa de la que gozó Zack hasta su salida le permitió crear algo propio, algo con un autor y que, por tanto, logró diferenciarse de la homogeneidad y la artificialidad predominante en la burbuja del cine de superhéroes. Si sus películas son un fracaso, se trata de fracasos dignos de respeto puesto que poseen integridad artística y una cosmovisión individual que los sustenta. Por más mal logrados que sean, largometrajes así son y siempre serán mucho más valiosos que las grandes producciones que asfixian la libertad creativa de los artistas involucrados en pro de lo seguro, creando así obras que traicionan el fundamento humano y personal del arte. Es por eso que, buena o mala, celebro que la Justice League de Snyder esté por hacerse realidad.