El décimo arte

Por Juan Esteban Méndez

Por Mae Govannen, estimados lectores. Aproximadamente en el Siglo XVIII se sostenía una clara diferencia entre las artes “verdaderas” y las artes “para las masas”, menospreciando a esta última por no ser consumida por las “élites sociales”.

Las artes verdaderas son precisamente las conocidas como las Bellas Artes, las cuales son la arquitectura, la danza, la escultura, la música, la pintura y la literatura.

Actualmente la evolución social del ser humano ha permitido que la cultura colectiva a nivel internacional busque una especialización a sus necesidades humanas de consumo (en todos los ámbitos posibles). Ante la presencia de las bellas artes, los demás productos creativos y artísticos que se alejan de la concepción clásica o establecida actualmente son consumidos por el mayor porcentaje de la sociedad en general, pero únicamente apreciadas y valoradas por pequeños grupos que comparten el interés de especializar su conocimiento hacia los elementos en común donde surge una afinidad, concibiendo su originalidad y valor intrínseco.

Todo esto añade una dificultad de apreciación de las denominadas “nuevas artes”, las cuales surgen como derivaciones de las Bellas Artes originales y se denominan de la siguiente manera: el séptimo arte, la cinematografía; el octavo arte que es la fotografía; el noveno arte que son los cómics y el décimo que son finalmente los videojuegos.

Este último es el más incomprendido de todos, y el más recientemente ha adquirido de manera autóctona el calificativo de arte; recordemos que los videojuegos son el arte de narrar historias con naturaleza lúdica mediante códigos corpóreos digitales en un dispositivo audiovisual.

Mayormente en los videojuegos conocemos históricas fantásticas de coraje, y como muchas veces se ha mencionado dentro de la comunidad, un videojuego es un portal a mundos de fantasía en donde muchos elementos que solo vemos en sueños son parte de nosotros, contiene un recuerdo preciado, una noche de juegos con tus hermanos, en otras ocasiones es un regalo de nuestros padres.

Un videojuego simboliza sonrisas, esfuerzos, ilusiones y muchas promesas de superación sabiendo que si perdemos el juego, podemos volver a comenzar. No hay otro arte que permita esto, solo el décimo arte.

 

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