El dilema de la sexualidad

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Mientras la sexualidad siga siendo un tabú (un dilema) en el mundo, toda educación, principio o valor al respecto, seguirán siendo sólo mediáticos y moralistas. La sexualidad bien entendida forma parte de la naturaleza intrínseca de la misma condición humana.

Pero más allá de su naturaleza propia que poseen tanto animales como humanos, y que en la fauna animal se desarrolla según su celo y su ciclo reproductivo dentro del ámbito específicamente procreativo; en lo humano la sexualidad, desde que aparece o se manifiesta en la necesidad natural de nuestro cuerpo (y nuestro inconsciente), debe ser contenida y entendida de acuerdo a los hábitos y principios morales del lugar donde se viva, no sin el estigma de la superstición, la ignorancia y el prejuicio generacional de la propia familia.

Es en este sentido que el aprendizaje sobre ello a través de la cultura y la educación nos hacen entender la parte apropiada (reproductiva y no placentera) de aquello que nos es permitido sobre el sexo, y aquello otro que no se dice, que no se mira y no se hace.

La parte ñoña y bizarra de una educación determinista y rígida (y por supuesto llena de prejuicios) sobre toda cuestión sexual humana; dejan un gran vacío en la evolución y crecimiento de una persona sobre el entendimiento adecuado de su propia sexualidad.

No dudemos que la ignorancia sobre un tema que regularmente se evade o se calla, se sitúa precisamente dentro de la misma oscuridad del deseo y la mente que provocan patologías evidentes, vicios y depravaciones derivadas de una intimidad rancia y vergonzosa, enferma y bloqueada, ausente de la necesidad natural del cuerpo y el alma.

El hambre, el sueño y el sexo son parte de los instintos básicos que un organismo posee para mantener su homeostasis, es decir, su salud natural que deberá sostenerse hasta su muerte. De no ser así y faltar alguno de estos elementos vitales para la vida, y que son en sí mismos su propio equilibrio y balance; tendrá que ser compensado por algo que el cuerpo mismo (y nuestro sistema nervioso, por supuesto) acepte en cambio. De lo contrario, y aunque también poco se diga y se acepte; la ausencia de una buena sexualidad moderada y siempre vigente, tarde o temprano repercutirá de manera negativa en nuestra salud y nuestro ánimo.

El vicio de la pornografía, la abstinencia enfermiza y las conductas depravadas; obedecen a patrones de ignorancia y rechazo, de prejuicio y moralismo que recaen en trastornos de la personalidad y la conducta. El engaño y la infidelidad son el ejemplo más claro de trastornos leves o severos que hacen de quien los ejecuta o los padece; víctimas directas o indirectas de aquello de lo que ellos mismo son responsables, bien como agentes activos (los que lo llevan a cabo) o pasivos (los que son la causa).

Hay que entender, sin embargo, que la sexualidad no es un deber en ningún sentido, sino una necesidad que debe ser atendida así se tengan veinte o setenta años. Ni la vejez por el cansancio y el desgaste natural del cuerpo, ni la juventud por su ingenuidad e inexperiencia; son ajenos al tabú de la sexualidad en el mundo. La sexualidad debe atenderse (y hablo de cultura y educación) desde el momento en que la libido, como dice Freud, se haga presente, hasta el día de nuestra muerte.

Lo que afortunadamente cambia en la vida de una persona no es la necesidad “in situ” de tocar, abrazar, besar, acariciar… que todo humano necesita para que su bioquímica interna se active y sus proteínas, neurotransmisores y hormonas del afecto, el contacto, el gusto, el placer y la felicidad (oxitocina, dopamina, serotonina, endorfinas…) fluyan y se motiven como en los casos severos de depresión, dolor, estrés y ansiedad para los que se recetan, vía médica (neurológica) y psiquiátrica estas sustancias químicas como medicamentos.

Pero si la naturaleza del amor, el afecto y la sexualidad siempre están presentes, ni nuestro cuerpo ni nuestra salud necesitarán de estos agentes externos para estar bien. Porque si entendemos la contribución permanente y estable de la sexualidad, el amor y el afecto en nuestro organismo, simplemente estaremos bien… ¡felices!