El fracaso de Seiya

Por Didier Ucán 

El gigante del streaming Netflix siempre ha apostado por franquicias, historias nuevas o películas en las que pueda capitalizar su emporio y recuperar ganancias.

Sin embargo, a la hora de trabajar con las adaptaciones de franquicias de anime conocidas terminan fracasando por distintos factores: en primera instancia por la resistencia de los fans a que cambien los detalles más mínimos de sus historias ya contadas, en segunda por que en su afán de innovar o agregar elementos a estas historias, terminan por invadir y modificar tanto la esencia de las producciones que se convierten en una historia ajena a lo que representa la franquicia.

Nadie está diciendo que no se atrevan a innovar, o a modificar las historias con el fin de ofrecer un producto fresco, pero a veces hacer tantas modificaciones conlleva a desconocer el producto. He de admitir que también se debe a un problema de nostalgia; muchos no quieren que ese recuerdo de aquella franquicia se pierda o se modifique.

Ese es el principal problema que encontramos con el nuevo estreno de Caballeros del Zodiaco, la nueva serie de animación digital estrenada la semana pasada, que de principio el producto tiene muchas cosas criticables: el cambio radical de la historia podría venir bien si acaso estuviera bien construida a través de sus personajes.

Después, el error garrafal de que el actor de doblaje para el personaje principal (al menos en el español) se nota con cero intensión, plano, además de que el CGI no ayuda en las expresiones faciales, asimismo el cambio de sexo para uno de los personajes principales, en vez de ayudar a su intensión de inclusión, termina por convertirla en un prototipo de damisela en apuros, esa que siempre necesita que un hombre la rescate, cuando en un principio presentaba a un hombre distinto del prototipo de macho, que apela más al sentimiento y la razón que a la violencia.

Knigths of the Zodica (2019) pasará a la historia como un fracaso de la compañía de streaming, esa que no supo cómo continuar creando el interés y a la que le quedaron anchos los zapatos de su predecesores.

Es el ejemplo perfecto de cómo la expectativa mata a un producto.

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