A don Gustavo Escalante Carrillo le pareció que el nombre de aquel flamante automóvil marca Chevrolet, también funcionaría para bautizar a su naciente restaurante: El Impala.
Con 61 años de presencia, justo frente al remate de Paseo de Montejo, pero sobre todo con miles de fanáticos de sus sabores a lo largo y ancho de Yucatán y México, queda claro que a don Gustavo no le falló el instinto.
Por esto y mucho más, para Gustavo Escalante Alcocer, actual administrador del establecimiento, la tenacidad y visión de su abuelo son ingredientes esenciales para entender el éxito de esta ya tradicional cafetería y restaurante.
“Es una leyenda en la familia. La ética de trabajo de mi abuelo era ser incansable, a la manera antigua: dormir poco, trabajar mucho, cien por ciento dedicado a su familia y al trabajo”, afirmó sin dejar de reconocer a su papá, don Gustavo Escalante Arceo, como alguien con la visión para innovar y aumentar la preferencia de los clientes.
“Mi abuelo estuvo al frente del negocio 20 años. Mi papá no sólo mantuvo, sino también fue innovando de muchas maneras […] se capacitaba, luego viajaba a exposiciones en Estados Unidos […] se iba, veía equipo y lo traía. Hace poquito, platicaba yo con la presidenta de la Canirac, Alejandra Pacheco, y me dice: ‘Oye, me acuerdo cuando mi papá una vez nos dijo: Vamos al Impala porque el dueño trajo una máquina de café que hace frapuccinos’. Te estoy hablando de 1988. Era algo innovador…”
Así, más allá de utilizar ingredientes de la mejor calidad y de continuar los valores enseñados por su abuelo y su padre, Escalante Alcocer considera que el secreto del éxito también reside en buscar la excelencia en el sabor.
“Hay que hacer lo mejor siempre por los clientes. Lo que estés haciendo, hazlo con lo mejor, da lo mejor. Si es un sándwich, que sea el mejor sándwich. Si es una horchata, da la mejor. No importa qué sea lo que estés haciendo: lo que hagas que sea lo mejor”, explicó.
De esta forma, ya sea por los deliciosos frappés de fruta natural, que sencillamente no se pueden igualar en casa, o por ese Super Club de cuatro pisos que al principio nunca se sabe cómo devorar, la cafetería y restaurante Impala es siempre un sitio especial donde la tradición yucateca y la modernidad norteamericana se juntan para ofrecer los platillos a los que nadie puede resistirse.
Por algo, propios y extraños del terruño, más temprano que tarde, recalan en esas mesas del Paseo de Montejo para recordar un sazón que, de cualquiera forma, no puede olvidarse. Desde Capulina, quien pedía sin falta siete chiles habaneros asados, hasta presidentes de la república, El Impala es, y seguirá siendo, un auténtico transporte rumbo a la tierra del sabor.
Texto: Alejandro Fitzmaurice
Fotos: Cortesía