El juicio mediático de Amparo

Carlos Hornelas

carlos.hornelas@gmail.com

En su reciente libro, “Los puntos sobre las íes”, María Amparo Casar sostiene que “El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene seis características que lo definen: incompetencia, impunidad, incongruencia, ilegalidad, desinstitucionalización y desinformación. No son sólo defectos en el sistema, son los ejes sobre los que se yergue la autollamada Cuarta Transformación” reza una de sus páginas que, aparentemente desató la cólera y la revancha del todavía titular del Ejecutivo.

En esta ocasión el presidente expone, lo que llama un “caso de corrupción”, por el supuesto “fraude” de María Amparo Casar al cobrar el seguro por la muerte de su marido, quien supuestamente se habría suicidado hace 20 años. Cuestión que tendría todavía que juzgarse. Pero como él dice: “la calumnia cuando no mancha, tizna”.

Llama la atención su afán, en mi opinión, enfermizo, por buscar ser el justiciero de causas pasadas: pide una disculpa al gobierno español por la colonización, busca el penacho de Moctezuma, quiere enjuiciar a presidentes del pasado, extraditar a García Luna y los casos actuales como el de Odebrecht no los ha podido resolver. Nada sobre Segalmex, nada sobre el Insabi. Nada en su gestión.

No tengo idea si la “cantidad” del supuesto fraude de Amparo Casar será comparable con lo que se estima en el caso de Odebrecht, pero creo que puede ser inmensamente menor. Con lo cual me parece que la motivación del presidente no es el esclarecimiento de ciertos hechos, como Ayotzinapa, por ejemplo, sino su revancha personal y el escarnio público de sus críticos.

A unos días de la publicación de la obra, y a un mes de terminar su mandato, el presidente López Obrador, en una conferencia matutina expuso los datos personales de la escritora, actual presidenta de Mexicanos Unidos contra la Corrupción, tal como lo ha hecho en otras muchas ocasiones con periodistas, empresarios y funcionarios de otros poderes a los que genéricamente pone en el mismo costal, y califica como “neoliberales”, “corruptos, ”, “conservadores” y otros muchos adjetivos que él relaciona todos los días, como si se tratase de un complot en el cual todos sus enemigos formaran un frente común sin otro interés que “golpearlo” y con ello causar un daño al “pueblo”, como si tuviera el mundo en su contra.

Y aunque a todas luces nadie busca “quitarlo del poder” ni darle “un golpe de estado”, en los escasos 30 días que le quedan a su gestión, su discurso se mantiene en la narrativa de que es víctima de personajes poderosos ante los cuales se mantiene incólume por el amor del pueblo que le infunde vida y energía para continuar.  

Cada vez que un periodista, un crítico, académico o ciudadano expresa su desacuerdo o su diferencia con sus dichosos datos, en lugar de mostrar con templanza y moderación las fuentes de datos oficiales que puedan dar luz y “sacar del error” a aquéllos, arremete en su contra y les agrede verbalmente. Si su amor al prójimo fuera la mitad de cierto, en lugar de conducta tan indigna de un gobernante, y en el mayor interés del derecho a la información, mostraría en ese espacio tanto los documentos oficiales como el lugar donde transparentemente se pueda consultar la información pública. Sin embargo, está visto que dicho ejercicio, que llama “circular” y para “evitar la desinformación” termina siendo su púlpito personal desde donde predica su única verdad: la que sale de su boca.

La información de sus “otros datos” no es auditable ni asequible, como cabe en una política de un gobierno abierto y transparente. Todo lo contrario: criminaliza a quienes solicitan información que por la Constitución y sus leyes debería ser pública, y clasifica como información reservada la concerniente a sus grandes obras, de modo que no puede consultarse por ser considerada como “seguridad nacional”.