El legado de Sócrates

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

De todos los Diálogos de Platón donde aparece Sócrates como personaje principal; quizá sea el “Fedón o del alma”, escrito en el 387 (s. IV a.C.), en el que podemos observar no sólo el pensamiento del padre de la filosofía acerca de la vida, el alma y su inmortalidad, el conocimiento y la muerte. Sino asimismo apreciar las últimas palabras del maestro dirigidas a sus discípulos antes de morir, sobre sus consideraciones acerca de lo que deberían hacer para tener una vida buena. Ese mismo año (el de la aparición del Fedón) Platón fundó su famosa Academia en Atenas.

“¡Cuídense a usted mismos! -les dice- (contestando también a la pregunta de Critón sobre sus consejos para cuando él ya no esté con ellos); porque sólo así, al cuidar de ustedes mismos, cuidarán también de los demás”.

Lección que también, sin duda, debemos entender nosotros de la misma manera tal y como fue dicha; porque aprender a cuidar de nosotros mismos con la misma idea de que no sean siempre los otros los que tengan que ocuparse de uno, de no preocuparlos o que dejen ellos de atender sus propios asuntos para atender los nuestros.

Hablamos de cuando uno mismo no se ha encargado bien de su vida y habiendo dejado de ser niños y adolescentes, seguimos disponiendo del dinero, el espacio, el esfuerzo, la bondad, la paciencia, el sacrificio, la disposición y la voluntad de los demás. No poder cuidar de nosotros mismos en este sentido, es no ser lo suficientemente responsables con nuestra propia vida, atendiendo y cumpliendo con nuestros deberes, nuestra salud, nuestras relaciones, nuestro descanso, nuestro trabajo, nuestro patrimonio, nuestro desarrollo y crecimiento en todo aquello que lo amerite y sea necesario como el simple acto de ir a la cama y dormir plácidamente.

Sabias palabras de un hombre que siempre se ocupó de ver cómo los demás encontraran por sí mismos las respuestas a las preguntas que regularmente le hacían sobre la verdad, la belleza, la virtud, el conocimiento, el amor, la muerte o el alma. Hoy a ésta socrática manera de abordar un tema mediante el diálogo y la búsqueda propia de uno mismo, le llamamos “mayéutica”.

“¡Ha muerto el hombre más bueno, más sabio y más justo de Atenas! -dice también Critón cuando ya Sócrates yacía muerto ante ellos después de haber bebido la cicuta-. Y ésta también deberá ser una lección de vida para todo el que quiera tomarla. Sócrates no pudo haber muerto de manera más serena, con la aceptación y el gozo con que lo hizo, si no hubiera vivido de manera tan justa, tan sabia y tan buena.

Y ésta es la premisa que habría que aprenderle a más de 2400 años de su muerte (murió en el 399 a.C., tenía 71 años. Platón 28); vivir con justicia, apegados precisamente a la justa medida de la vida: que nada sobre ni falte, que no haya exceso, vanidad o soberbia, que no haya vicio para que no exista sufrimiento. Asimismo, aprender a vivir con sabiduría, sabiendo lo que nos hace bien o nos daña, entendiendo tanto el bien del cuerpo como el del alma en el beneficio que nos otorgan cuando sabemos cuidarlos. Siendo sabios en aquello que entendemos como propio y no ajeno; la salud, el bienestar, nuestro gozo y entusiasmo por cada segundo y minuto de vida.

Y finalmente siendo buenos con nosotros mismos, amando y sirviendo a nuestra propia persona y aquellos a quienes amamos. Sabiendo que toda bondad surgida de nuestros actos, actúa también en nuestro beneficio. Siendo buenos evitando que nuestra persona se enferme, se deprima o se enfurezca, evitando la soledad patológica, la queja constante (por todo y lo que sea), el temor recurrente, la frustración y la actitud miserable.

¡Ser buenos, justos y sabios con nuestra propia vida!.

¡Ése es el principal legado de Sócrates!