Desde pequeño, el temerario yucateco, amante de la velocidad, hizo grandes proezas como escalar edificios, brincar calesas, lanzarse de un poste a otro y surcar el cielo de la capital del estado
A finales de los años veinte y principios de los treinta se le conoció por escalar monumentos como El Gran Hotel, el Ateneo Peninsular, y la Catedral de Mérida; desde su niñez acostumbraba caminar en la cornisa de su casa, poniendo los nervios de punta a su mamá y a las vecinas. En su juventud brincaba las calesas sin tocarlas.
Su estilo de vida acelerado e incorregible lo llevó a grandes alturas, donde realizaba el paso de la muerte, cruzando de una ala a otra del avión o volando sobre la ciudad de Mérida con un litro de gasolina en el tanque, proezas que hicieron famoso al nieto de Cirilo Baqueiro Preve. Estamos hablando de Alonso Garibay Baqueiro, el “Loco del Aire”.
Alonso nació en la capital yucateca, el 22 de abril de 1905, sus padres fueron Pedro Garibay y Matilde Baqueiro. Amante de la velocidad y el peligro desde muy joven, fue conocido por utilizar una motocicleta de la icónica marca “Indian”, con la que recorría las calles de Mérida y hasta viajaba a Progreso (la carretera se inauguró en 1929).Para entonces, por sus hazañas, ya era considerado un héroe popular.
Fue a partir de que su familia lo envió a estudiar a los Estados Unidos que se aficionó a las acrobacias. En Los Ángeles visitó una feria donde se presentaba el “Salto de la Muerte”, el cual presenció en varias ocasiones, y llegó el día que faltó la persona que tenía a su cargo el acto circense que consistía en lanzarse desde un poste muy alto hacia una tina con agua. Y cuando la gente estaba más alborotada, el joven yucateco burló la vigilancia y se trepó al poste, para ejecutar la suerte con tal precisión que hasta le ofrecieron un contrato pero no aceptó.
Alonso regresó de los Estados Unidos, convertido en gran bailarín, y participó en varias giras a nivel nacional, y en una de estas conoció un personaje que marcó su vida “El hombre Mosca”, de nacionalidad estadounidense, el cual hacía espectáculos escalando edificios, y fue a partir de entonces que emulándolo, el joven yucateco comenzó a hacer este tipo de actos.
Antes de cumplir los 20 años, en 1924, ya se había presentado en los teatros Lírico y Principal, de la capital del país, mientras que dos años después, como parte de los festejos del “Club Yucatán”, realizó con gran éxito el acto de escalar un edificio, ese mismo año, 1926, fue invitado a participar en una gira teatral a Cuba, donde escaló la Catedral de La Habana. A su regreso a Mérida hizo lo mismo, pero sin permiso, en El Gran Hotel, por lo que fue arrestado.
A principios de 1929 ingresó a la Sociedad Aeronáutica de Yucatán, y viajó de nuevo a Estados Unidos a estudiar aviación. En 1930 obtuvo la licencia de piloto aviador. Para entonces, Don Olegario Montes Molina, pionero e impulsor de la aviación en Yucatán, decide comprar un avión nuevo con capacidad para 4 pasajeros. Se trataba de “New Standard”, y fue Garibay el encargado de traerlo desde la fábrica de New Jersey a Mérida. Alonso también trajo de EE.UU. el avión recién adquirido por el Gobierno de Yucatán encabezado por Bartolomé García Correa.
Fue jefe de operaciones de la compañía de transporte México-Cuba, y en enero de 1931 se inauguran los vuelos La Habana – Progreso y aterrizó en la ciénega con el hidroavión de la marca “Savoia Marchetti”. En 1932 fue nombrado gerente local de la compañía Transportes Aéreos de la Península, y en 1933, se casó con María García, con quien tuvo a su hija Maricarmen.
En septiembre de 1935, la lotería del estado lo contrató para una presentación para el día 8 de ese mes, donde promocionaría la modalidad de “Gallo Tapado”, donde el comprador de lotería no sabría el número adquirido, entonces invitó a volar a los mecánicos José Núñez Lopez y Tomaz Rosas, así como al estudiante Lorenzo Núñez Groenyhañ.
Los cuatro hicieron una prueba a bordo de un pequeño aeroplano llamado “Mooner Buble”, y estando en el aire a Alonso le salió su carácter juguetón y decidió asustar a quienes jugaban pelota en el cuartel de dragones, bajaron tanto, contaría después Núñez, que salió despavorido el pitcher
Esa misma tarde también echaron suerte, al pasar entre las torres de la catedral, rozando los laureles de la Plaza Grande, volviendo a tomar altura justo de la Casa de Montejo. Dieron vueltas por el sur de la ciudad, el ruido del motor hacía que la gente saliera a las calles. Se dice que una joven, desde una veleta, con un pañuelo hacía señas al piloto, esto lo distrajo unos segundos, y cuando se dio cuenta, tenía enfrente una palma de cocos. No tuvo oportunidad de esquivarla y se estrelló en el predio de la calle 62 con 89 A.
El avión quedó destrozado incrustado en un tinglado de láminas. Los cuatro resultaron heridos y llevados al Hospital O´Horán en un automóvil, menos Garibay, a quien trasladaron en un camión de materiales, pero murió durante el trayecto el 7 de septiembre. Los restos del piloto yucateco descansan en el Cementerio General de Mérida.
Texto: Manuel Pool
Foto: Cortesía