El mandamiento de amor

Por Roberto Dorantes

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a los otros; como yo os he amado; amaos unos a otros, como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. San Juan 13, 35.

Con estas palabras descubrimos que Jesucristo es innovador, en un mundo donde no se conocía la ley del amor o la caridad, que se regía ante la ley del talión, ojo por ojo diente por diente, viene generar una nueva sociedad.

Hace dos mil años se pronunciaron estas palabras y siguen teniendo vigencia, pues el ser humano a pesar de su desarrollo y modernización mantiene la condición sine quan non dejaría ser simplemente humano, la naturaleza caída.

No podemos confórmanos con la definición compuesta de ser humano de animal racional, en lo personal y apelando a la filosofía definiría hombre como ser viviente, que siente, piensa; gracias a su constitución de cuerpo y alma racional; hay un adjetivo que agregaría la teología a la esencia de hombre: “naturaleza caída”. Esa condición no la podemos negar, que consiste en la búsqueda de todo lo que va en contra de la dignidad de persona e hijos de Dios; cuando el hombre lucha en dominar la naturaleza caída, encuentra la verdadera libertad, por ejemplo el caso del drogadicto, si logra vencer la adicción a las drogas, es libre de la esclavitud de la drogadicción.

En el caso del amor sucede lo mismo, cuando se pierde la esencia del amor, el hombre tergiversa el amor, y sigue sus propias pasiones confundiéndolas con el amor.

Cuando Jesucristo habla del nuevo mandamiento del amor, debemos ponderarlo en su verdadera dimensión para no crear caos ni confusión.

Jesús habla del amor de Dios, el amor que profesaron los santos hacia el prójimo, el amor con que los padres aman a sus hijos, sin medida, sin tiempo, sin tiempo, sin límite, con absoluta generosidad, el amor que se profesan los esposos, practicar el amor es sinónimo de caridad, que nos lleva a perdonar a quien nos ofende, y orar por nuestros enemigos.

Este es el amor que nos enseña Jesucristo que será el signo de quienes se dicen cristianos e hijos de Dios.

 

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