Una mujer de 72 años logra en la pesca una ocupación que le permite crecer a sus hijos, pese a las tempestades que la llevan a recorrer difíciles travesías. Siempre enamorada del océano y de la paz de los atardeceres en altamar, ha salido avante
Desde niña, Gladys Madrazo sintió atracción por el mar, y no fue su padre, sino por un primo que le enseñó a navegar sola en su alijo. Fue la pesca la ocupación que le permitió crecer a sus hijos que también son navegantes y buzos.
En plática con Punto Medio, esta mujer que cuenta ya con 72 años de edad recuerda algunos de los momentos más difíciles que pasó en alta mar al ser sorprendida en muchas ocasiones por las turbonadas, que pusieron en juego su vida, y que hoy son parte de las anécdotas que comparte con las nuevas generaciones de pescadores disfrutando de un cigarro y de los atardeceres frente a la playa que afirma, cada día son diferentes.
“Mi trabajo siempre ha sido de mar, iba a la pesca de la sardina y el pulpo, aún tengo la lancha que la Fundación Gilberto me entregó para pagar poco a poco y que después se fue a “fondo perdido”, le puse “Libertad Gaviota” porque así ha siempre ha sido la manera en la que he vivido, es mi personalidad”, dijo.
Mientras disfruta de un refresco que le obsequia uno de sus muchos conocidos, Gladys recuerda que fue a los 11 o 12 años que inició su vida en el mar como un Hobby, “ya tenía mi botecito y navegaba con mis remos, mi primo que en paz descanse, me enseñó y me deba con un palo cada vez que perdía un remo, así aprendí”, recordó.
Sin embargo, esta mujer valerosa se perdió en dos ocasiones en el mar, la primera ocasión se soltó su “granpin”, una ancla casera fabricada con una cabilla y en medio de una turbonada.
Termina lejos del muelle
“No llevé mi motor porque mi primo me remolcó y ofreció regresar por mi a su retorno pero no contábamos con el mal tiempo que me alejó hasta Chuburná, afortunadamente tenía mi lámpara entonces de gasolina blanca, con la que hice señales”, dijo.
Vaya sorpresa la que se llevó el pescador que la ayudó al encontrarse con una mujer a la deriva en alta mar, al grado que en un principio pensó que era una colombiana.
“Soy progreseña, soy del rumbo de la Pescadora, se me quedo corto el cabo y no agarró mi grampin, tengo mis remos y mi tanque de gas, le dije al hombre a quien ofrecí darle todo el calamar que junté, pero el me llevó a la orilla sin pedir nada a cambio, y solo me recordó que arrieros somos y en el camino andamos,” recordó Gladys quien entonces era una jovenzuela.
Estas historias las contó a representantes de medios de comunicación de El Salvador quienes la conocieron a través de la Dra. Sandra Peniche, una amiga muy cercana a Gladys con quien vivió una odisea cuando salieron a pescar y una turbonada las agarró en el mar.
“De pronto vi como en el horizonte se levantó el mal tiempo y el cielo quedo negro, comencé a quitarme la ropa para evitar que se moje y ella se puso su impermeable, le pregunté a la doctora, sabes rezar? , ella me recordó que era atea entonces comenzó el vientazo, las olas grandísimas parecían una cascada, después de un rato pasó la tempestad y aunque estuvo fortísima, ni así rezó mi amiga”, añadió esta auténtica guerrera del mar.
“Me da gusto haber conocido el mar, aunque mi primo murió ahogado y nunca encontraron su cuerpo nunca le tuve miedo pero si respeto, salía sola en mi botecito del puerto a las cuatro de la tarde y regresaba hasta las cinco de la mañana y solo sentía tranquilidad y paz”, señaló la entrevistada quien comentó que hace dos años dejó de trabajar en la pesca pero sigue como el primer día enamorada del mar, su gran pasión.
Texto y fotos: Manuel Pool