En la segunda novela del escritor e investigador peruano Sixto Paz Wells, “El Códice Mexica”, los túneles, cuevas y recónditos parajes subterráneos del México misterioso atraen al escritor para continuar las aventuras del personaje que apareció en “El santuario de la Tierra” una investigadora, Esperanza Gracia, con cierto parecido a Indiana Jones e inspirada en la hermana menor del autor, pero con la fuerza y el poderío de moderno feminismo.
De profesión arqueóloga, igual que los estudios que realizó Sixto Paz en la Universidad Católica de Perú, la vida lleva a la protagonista hacia el descubrimiento de un códice mesoamericano que tiene una visión profética del mundo y algunos enigmas, como la propia vida real del autor, a quien entrevistamos a su paso por España.
—¿Por qué utilizar en esta novela a la misma protagonista?
—Porque es la mujer la que tiene que marcar en esta época el renacimiento de la humanidad y por los valores que representa. De otro lado porque existe una profecía azteca que dice: “al final de los tiempos, la mujer dormida debe dar a luz”, es decir, tiene que haber un renacimiento de la humanidad y es la mujer quien nos guiará en ese despertar de conciencia.
—¿De dónde le viene la inspiración para llamar a su heroína Esperanza Gracia?
—Esperanza es porque lo necesita el mundo, Gracia porque realmente el personaje es muy especial. La descripción que hago de ella es la de mi hermana Rosi, mi hermana menor, a quien rindo homenaje. Una mujer bellísima que, por una mala praxis médica falleció en 2005 y a quien quiero perpetuar. En cuanto a su personalidad, es una mezcla entre cómo son mis hijas y mi esposa, que son para mí unas auténticas guerreras.
—Esta es su segunda novela, ¿tiene la idea de hacer algún libro más?
—Me falta un relato más, que se llamará “La puerta de Orión”.
—¿Por qué un investigador como usted se lanza después de tantos años a escribir novelas?
—Porque cada uno de estos libros me ha permitido condensar las experiencias personales que he tenido. En el libro anterior “El Santuario de la Tierra” relato tres viajes que hicimos a la selva amazónica, nueve viajes que se hicieron a la Isla de Pascua y media docena de viajes que nuestro grupo hizo a la Cueva de los Tallos en el Ecuador. Además, incorporo mi experiencia en el monasterio de Silos en Burgos (España) y la que tuve en El Vaticano. Todo lo fusioné y surgió esta obra.
—¿Y en “El Códice Mexica”, que plasma?
—Son 33 años viajando a México, explorando cavernas y yendo a lugares arqueológicos donde hemos tenido experiencias en el terreno histórico, pero también con el tema ovni y con el tema intraterrestre, con evidencias de que en algunas cuevas se guarda información importante.
—Usted también estudió Arqueología e Historia en la Universidad Católica de Perú, ¿Cuánto de realidad existe en los descubrimientos que hacen sus personajes en la novela?
—Ciertamente, para mostrar que no desaproveché mis estudios, mi formación me permite sacar la mejor riqueza de información de esos lugares y plasmarlo en el relato.
—¿Por qué, siendo usted peruano, coloca el núcleo de su novela en México?.
—Primero porque nací el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, y mi vida está muy marcada por México. En pocos lugares he sido tan querido y tantas veces invitado a viajar como México.
Me he recorrido el país y lo aprecio enormemente y, tanto me quieren allá que, en Plaza Galerías, un centro comercial enorme de la capital, tienen mis huellas en bronce en el suelo con mi nombre. Siempre me he sentido identificado con este país y siempre me han llamado la atención las culturas mesoamericanas: olmecas, mayas, aztecas… Es un poco el resumen de todo lo que he investigado en 33 años viajando por México.
“LOS MAYAS NO ERAN PROFETAS, ERAN ESTADÍSTICOS Y MATEMÁTICOS”
—A partir de su relato se descubre un México especial, misterioso…
—Efectivamente, la palabra códice significa libro y los pueblos mesoamericanos dejaron su legado a través de libros. Desafortunadamente, llegaron los conquistadores y con ellos los clérigos quienes, al ver esos libros con figuras de dioses antiguos consideraron que lo mejor que podían hacer era destruir las obras.
—¿Pero alguno se salvó?
—Efectivamente, había personas como el propio Hernán Cortés y algunos hidalgos venidos a menos económicamente, que salvaguardaron algunos libros. Se los enviaron al rey de España y él lo repartía a particulares. Así, acababan en bibliotecas particulares o monasterios y, gracias a esos pocos códices, sabemos hoy en día en qué fecha nos manejamos con respecto al calendario que tenían mayas y aztecas.
—¿Alguno especialmente?
—Sí, uno que apareció en la ciudad alemana de Dresde, el “Códice de los eclipses”, donde indicaban los eclipses más importantes que iban a ocurrir en el futuro. Según los mayas había dos eclipses que marcarían hitos en la historia planetaria, uno el que se produjo el 11 de julio de 1991 cuando, según esta civilización, se produciría “el regreso de los señores de las estrellas”. Algo muy extraño, que estaba simbolizado por un trono de huesos humanos.
—¿Qué viene a significar?
—El descalabro del poder. Los mayas no eran profetas, eran estadísticos y matemáticos y habían calculado que, en esa época de la humanidad, la clase política y dirigente a nivel planetario se desacreditaría.
—Efectivamente en esa fecha se produjo el eclipse…
—Así es y, ese día sobre México D.F. apareció un tremendo ovni que todos los canales de televisión lo captaron y emitieron. A partir de entonces se inició una oleada de objetos voladores no identificados como no se ha dado otra sobre país alguno… y no termina. Todos los días allí se están viendo cosas.
—Hablaba del códice y dos eclipses…
—El segundo a que hacían referencia ocurrió el 11 de agosto de 1999 donde, según los mayas, la humanidad entraría en el “salón de los espejos”. O aprendemos los humanos a vernos reflejados tal como somos y cambiamos de actitud ante la vida, o la Naturaleza se encargará de nosotros. Ahora estamos viendo el cambio climático, por ejemplo. Y gracias a ese códice sabemos en qué fecha estamos.
“NUESTROS ANTEPASADOS ERAN MUCHO MÁS SABIOS DE LO QUE PENSAMOS”
—En la mitología mesoamericana existen muchos episodios de cuevas y en su novela su personaje se mueve por muchas mexicanas, ¿Qué puede contarnos al respecto?
—Hace unas semanas se localizó, a un par de kilómetros de la pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá, en la región de Yucatán, al explorar unas cuevas que se descubrieron hace años, más de 200 objetos arqueológicos de ofrendas, que estaban intactos.
—Los científicos opinan que la cueva puede tener una extensión de kilómetros. Además, últimamente también se ha reconocido que existe un sistema de cavernas que recorre México por más de 347 kilómetros, que no saben dónde termina pero que las cuevas están conectadas entre sí. Ya los mayas lo conocían y los incas hablaban de ello.
—¿Qué importancia le da en estos tiempos a la Arqueología?
—La Arqueología nos permite ver los avances que hubo en épocas pasadas y que la humanidad ha perdido de su memoria. Cuando llegaron los clérigos católicos al mundo mesoamericano encontraron que los mayas ya sabían que la Tierra era redonda, que giraba sobre sí misma, que formaba parte de un sistema solar… Incluso decían que ellos venían de Las Pléyades y que habían llegado al planeta a través de una cola de serpiente o caña hueca, que hoy en día podríamos asociar con los agujeros de gusano.
La Arqueología, como digo en el prólogo, puede ser la puerta de la evolución. Esto es cíclico, los mayas, al igual que los egipcios, consideran que la vida es cíclica. Si vuelves al punto de partida, te encontrarás con la puerta de entrada de todo.
—Alguna otra observación sobre esos códices…
—En el Chilam Balam de Chumayel —en Yucatán— escrito también por los mayas, hablan de un pulso emitido por el centro de la galaxia que llega hasta nuestro sistema solar cada 25.625 años. El 10 de noviembre de 2010, el telescopio espacial de Rayos Gamma, Fermi, detectó un pulso proveniente del centro de la galaxia. Supuestamente allí hay un agujero negro que no emite nada porque lo absorben todo. Fue tan impresionante el descubrimiento que removió las bases de la ciencia.
Más adelante, en 2015, los científicos verificaron que todas las galaxias están emitiendo pulsos. El propio Stephen Hawking cambió su visión de lo que hay en esa zona central pasando a suponer que existe un agujero blanco, no negro, como se suponía, o que estos agujeros negros actúan de diferente manera a lo que pensamos y podrían ser, incluso, navegables…
—¿Qué podría proponer como conclusión?
—Que nuestros antepasados eran mucho más sabios de lo que pensamos y que tuvieron algún tipo de contacto con seres venidos de otros mundos, cuyo mérito no es que sean mejores que nosotros, sino que llegaron antes o que tienen una mayor evolución.
—Para finalizar, ¿cómo catalogaría su novela?
—Un relato de aventuras, revelaciones, una guía de viaje para quien tenga el valor de adentrarse en un universo de posibilidades infinitas.
Texto y fotos: EFE