Carlos Hornelas
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De manera definitiva, la inteligencia artificial llegó para quedarse y es mejor que nos acostumbremos cuanto antes a ello. Este año, el Premio Nobel de Física ha sido entregado a John Hopfield y Geoffrey Hinton por sus descubrimientos e invenciones, respectivamente, en el campo del aprendizaje automático, que es la base de la inteligencia artificial moderna.
En el caso de Hopfield, de 76 años, desarrolló métodos para encontrar propiedades entre datos e identificar elementos basados en dichos procesos, mientras que Hinton, de 91 años de edad, tiene el mérito de haber creado una memoria que permite guardar y construir imágenes, así como algunas otras clases de patrones de datos.
Y mientras, en el otro lado del planeta, la empresa Foxconn construye para la Compañía tecnológica Nvidia, la mayor fábrica de chips para inteligencia artificial en la ciudad de Guadalajara.
Esta inversión representa una alternativa para gobiernos y empresas occidentales que quieren sentar cara ante el desarrollo de la industria trasnacional china en este sector y evitar depender de componentes tecnológicos así como acercar de manera crítica todos los suministros y componentes para el desarrollo de esta actividad económica cada vez más boyante.
Hay una nueva carrera económica por esta tecnología que no está exenta de diversos aspectos colaterales como la geopolítica, la readecuación de los polos de poder y obviamente, la economía.
Par entender más a fondo todas las implicaciones, es necesario acudir a la obra de Kate Crawford, quien, lejos de ser una mera entusiasta acrítica de la tecnología, en su libro “Atlas de la Inteligencia artificial” sostiene que esta nueva Revolución Industrial es un sistema construido sobre la base de la explotación de los recursos naturales más estratégicos que existen actualmente en el planeta, como, por ejemplo, el agua potable.
Para la autora, la inteligencia artificial ni es inteligente ni es artificial, como lo explica en el primer capítulo.
Pero más interesante aún es saber que lo que se nos ha vendido como un software abstracto y etéreo que trabaja en la vacuidad de la nube, en realidad es una serie de máquinas que están conectado con una serie de elementos de infraestructura, que son producto de una explotación de recursos no renovables, lo que tiene consecuencias severas y significativas que afectan gravemente cualquier ecosistema. Un ejemplo de ello es la explotación de minerales raros como el litio y el estalo, o la cantidad de agua necesaria para enfriar las granjas de servidores que hacen posible la operación de computadoras qu resuelven las consultas de cada usuario.
La obra de Crawford se ha organizado en cada “territorio”, que consolida un mapa o Atlas, como le llama, sobre los aspectos más importantes del tema: la Tierra, el trabajo, la clasificación, las emociones y el Estado.
El libro no tiene desperdicio y es una excelente manera de iniciar una reflexión crpítica e informada sobre el tema, que a veces se pinta como inevitable e insuperable.