Por Marcial Méndez*
alexmendez2903_s14@hotmail.com
* Estudiante de Diseño Multimedia, posmoderno y fanático del vaporwave. Dicen que es más formal de lo que su foto indica. Sí tiene novia.
Hace mucho tiempo me contaron, por primera y única vez, el chiste del pan con mantequilla que habla. La versión que me tocó escuchar (dudo mucho que haya sido la original) duró alrededor de 30 o 40 minutos. En ocasiones, yo me he tardado hasta varias horas en relatarla.
La extensión de esta columna no me permite reproducir la epopeya del pan con la cantidad de detalles con la que suelo hacerlo, así que le comparto una versión muy resumida:
Un día, en una pequeña escuela de un pequeño pueblo, se anunció la llegada de un espectáculo impresionante: el del pan con mantequilla que habla. Aquel se efectuaría dentro de varias semanas, meses o incluso años (dependiendo de qué tanto se quiera estirar la historia). Conforme el tiempo pasaba, la expectativa crecía. El arribo del pan se convirtió en un fenómeno mundial. Cuando por fin llegó el esperado día, el pequeño pueblo estaba completamente abarrotado. A la hora programada, el director de la escuela dio inicio al show: sacó un pan, le untó mantequilla y lo acercó al micrófono. Agarrándolo como si de un títere de calcetín se tratara, lo hizo moverse como si estuviera hablando. Desde la boca del director salieron las siguientes palabras: “Hola, soy el pan con mantequilla que habla.”
Algo así fue visitar el Logos Hope, la “librería flotante más grande del mundo” que hasta antier estuvo instalada en Progreso: demasiada espera (varios meses de expectativa y alrededor de 4 horas haciendo filas, en mi caso) para algo muy decepcionante –particularmente la oferta de libros.
Moraleja: aunque cierto placer puede obtenerse de un pan con mantequilla, no es algo que valga la pena esperar por más de algunos minutos (en especial si no habla).
