El problema del mal

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Hannah Arendt, filósofa alemana de ascendencia judía y posteriormente nacionalizada norteamericana;  tomó el problema del mal como asunto fundamental de su filosofía. Haciendo distinguir muy bien aquel mal derivado del pensamiento mismo y la maldad como ejecución.

Una cosa es pensar mal, como lo hicieron sus contemporáneos (1906-1975) de ella misma acusándola de odiar a la raza judía, difamándola y calumniándola, y otra; hacer un daño directo, con o sin conciencia. Me refiero al daño que puede causar una persona, una raza, un gobierno, una instancia civil, religiosa o pública amparados en decretos, costumbres, leyes o creencias que les permiten actuar a discreción sobre sus víctimas. Y al mal daño mismo que se causa cuando sólo se difama, se advierte, se amenaza o se calumnia.

Todo mal está siempre ahí, aunque sea sólo la manzana colgada del árbol sembrado en el Paraíso, tras la cual se agazapa la serpiente esperando la tentación, el deseo y la inocencia de hombre. Para luego acusar entonces la tentación y castigarla expulsando a los culpables del lugar mismo donde fueron creados.

Y si como explica Freud, el mal no siempre es lo que está fuera, sino lo que yace como instinto en el impulso primitivo de la psique humana; el mal, el odio, el resentimiento y la venganza fue lo que impulsó a Caín a cometer el asesinato contra su hermano. La única culpa de Abel fue haber honrado a Dios como se lo había pedido.

El mal siempre acecha, sea hombre o sea diablo, sea imperio, gobierno, raza o comunidad; esperando atacar a sus víctimas. Hannah Arendt fue atacada por su propia comunidad racial por no cumplir con los estándares o con aquello que como judía se esperaba de ella al señalar que posiblemente fue la misma debilidad del pensamiento judío lo que ocasionó el Holocausto de la Segunda Guerra en la que murieron millones de judíos. Situación –en la filosofía de Arendt- que se pudo haber evitado si los judíos hubieran actuado de otra manera, si hubieran pensado de otra manera. Quizá si hubieran luchado o se hubieran defendido…

Pero no olvidemos que el miedo y el temor también están detrás de toda víctima ante la inminencia de un daño o la presencia de un agresor. ¡Luchar o huir! Es la única lectura que puede  hacerse desde el sistema nervioso de nuestro cerebro. Concretamente desde nuestra amígdala cerebral o sistema límbico que emocionalmente nos secuestra desde la ansiedad o la neurosis como dice Freud.

La maldad tampoco tiene criterio y nunca es ética. Tampoco es moral ante el dilema del bien y el mal. El máximo ejemplo es el Diablo, aunque éste literalmente no sea más que una metáfora, un pensamiento “facticio” como dice René Descartes.

Lo que todo mal busca son víctimas. Y todo mal se nutre así mismo desde la oscuridad donde se hospeda. El mal mismo hoy inunda las redes virtuales donde los correos se pueden hackear o intervenir, donde las “manzanas del pecado” se cuelgan a través de las “ligas”, las “páginas”, las “plataformas”, el facebook o el simple chateo e intercambio de “videos basura” y “fake news” que paulatinamente corroen y trastornan la mente de quien los utiliza o los mira.

El mal, como dice Freud, es la tentación misma (la debilidad del “yo”), el impulso que sigue al instinto primitivo que actúa sin conciencia.

La maldad no espera (en ningún sentido del término) sino que irrumpe sin el menor escrúpulo. Y ésta puede estar en la conducta de un padre golpeador o una madre obsesiva, en la disfuncionalidad de una familia donde el pan de cada día es la humillación y las ofensas mutuas.

La maldad no sólo está en los misiles y las armas de guerra, sino en los capitanes y los generales que dirigen las guerras, en los gobiernos que las crean y las permiten. La maldad de un violador, un traficante o un asesino, subyace también en el abandono, la agresión y la falta de amor conque fueron criados. La maldad es ausencia, oscuridad, vacío…

¡Toda maldad carece de conciencia!