El rey está desnudo

Por Sergio Aguilar

Difícil es entender qué lleva a alguien a  defender que sigan existiendo reyes en pleno siglo XXI. Por ejemplo, es difícil entender cómo un Premio Nobel de Literatura como Vargas Llosa puede ser tan insensible históricamente, al punto de decir que “México se incorporó al mundo occidental gracias a España”.

El mundo que vivimos invierte la relación que sostenemos con el pasado y el futuro. Cada vez está siendo más cuestionado el pasado, proponiendo revisionismos y hallando pistas de que quizá el pasado no era tan diferente que ahora. En un planeta donde hay fiebre anti-vacunas y quienes creen que la Tierra es plana, no hay mayores diferencias entre el siglo XXI y el XIV. En un planeta donde hay cada vez más evidencias de que el futuro viene muy sombrío y devastador, que cada vez hay menos espacio para una vuelta atrás, tenemos la capacidad de predecir el mañana: será desastroso. Vivimos tiempos de incertidumbre en el pasado y certeza en el futuro.

Es por esta misma razón que debemos anclarnos más a defender el futuro a partir de la re-escritura del pasado, de un pasado que no venda romances de fantasía y cree esculturas como las de hoy. La memoria no es un espacio donde se guardan cosas que nos gusta o no recordar: es un espacio de batalla simbólica, que se prueba tal en tanto la existencia de monumentos que celebran a quienes vinieron a salvajemente masacrar indígenas, en la avenida afrancesada construida en el período de una dictadura. Si hay un mejor ejemplo de la violencia sobre la que se construyó este país, es Paseo de Montejo, la (supuestamente) más hermosa avenida de esta ciudad.

Ahí en Paseo de Montejo es donde se encuentra un museo que fue saqueado con la construcción del otro museo, emblema del nepotismo y corrupción de un salvaje como Esma Bazán, y que se encuentra en el Siglo XXI. Se llevaron las piezas del Paseo de Montejo al Siglo XXI, secuestrando así lo que nos queda de los mayas del pasado y poniendo a un europeo a cantar ópera en su centro ceremonial. Mayor y más triste poesía política es difícil de encontrar.

Y mientras se hacían festivales “de la cultura maya” en el infame Museo del Mundo Maya, los mayas siguen viviendo la situación de desigualdad y violencia de la que Vargas Llosa se queja. Y lo curioso es que se quejaba enfrente del rey de España, heredero directo de quien causó esa situación de despojo y miseria en primer lugar. Es difícil entender cómo es que Vargas Llosa no se da cuenta, o porqué es tan imbécil como para darse cuenta y seguir diciendo lo que dice.

Es difícil entender porqué es tan imbécil alguien que no se da cuenta que lo que López Obrador hace es manipular la agenda pública, poner a la derecha a defender a la realeza, poner en el discurso popular lo que los estudios académicos del neocolonialismo han hablado los últimos 40 años, y que en ese sentido él supone el ángulo con el que se mide este país, pues es quien impulsa el punto de discusión de los programas de radio, de las mesas de las casas, de la calle y de los palacios.

Y finalmente, es difícil entender la facilidad con la que AMLO causa un alboroto con un simple señalamiento a la riqueza sobre la que se asienta la monarquía, como el niño del famoso cuento de Andersen, al mostrarnos que el rey estaría desnudo si no fuera por la explotación que hizo del indígena, y el aplauso como foca que recibe de miopes como Vargas Llosa, no importa cuánto oro sueco le cuelgue del cuello.

 

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