Salvador Castell-González
En el tablero de la transición energética, la batalla mediática se ha librado históricamente contra el cinismo ambiental: el Greenwashing, la mentira descarada, el adorno verde superficial para atraer inversores y consumidores. Sin embargo, mientras reguladores y ONG enfocan sus luces en desenmascarar el engaño, una amenaza más silenciosa, pero potencialmente más corrosiva, ha ganado terreno: el Greenhushing.
La narrativa principal en los círculos corporativos y de inversión sostenible ya no es de euforia por las metas anunciadas, sino de un miedo contenido. La conversación ha mutado de “¿Qué tan verdes somos?” a “Mejor no digamos nada para evitar el litigio”. Este silencio estratégico, alimentado por la incertidumbre regulatoria y el temor a la demanda, está creando un agujero negro de información crítica para el futuro de Latinoamérica y el sur global en general.
El sistema financiero global requiere datos fiables para dirigir grandes inversiones hacia soluciones reales, pero el Greenhushing impide este flujo. Muchas empresas con logros verificables no reportan por temor al Greenwashing, lo que lleva a ocultar el liderazgo genuino y dificulta la visibilidad de avances ambientales auténticos.
En Latinoamérica, el Greenhushing debilita aún más la limitada confianza en el sector corporativo. Si las empresas no comunican sus avances verdes, se afecta la credibilidad de los marcos regulatorios y el capital extranjero busca destinos más transparentes, sin considerar el impacto real. La falta de credibilidad y la búsqueda de responsables requieren una solución concreta. La clave es comunicar con precisión y respaldo sólido. Ante el miedo al litigio, no hay que quedarse en silencio; lo necesario es aplicar transparencia radical con evidencia y trazabilidad, como ya lo hemos hablado. Esto implica abandonar la comunicación vaga y abrazar la transparencia, no solo “informes voluntarios” que algunas veces parecen convención de payasos de tanto maquillaje.
Ante la duda, es fundamental garantizar la trazabilidad; la validación de los datos debe ser prioritaria y nunca deben ocultarse. Se recomienda implementar un sistema fácilmente auditable y abierto, que permita rectificar todos los datos de sostenibilidad, asegurarse de que cumpla con los más altos estándares internacionales y comunicar con la humildad que la precisión científica siempre otorga.
La Verificación Obligatoria de Terceros debe abarcar tanto el reporte financiero como las campañas de marketing verde, apoyada por auditorías con inteligencia artificial. La transparencia se convierte en una ventaja competitiva clave, mientras que el Greenhushing solo es viable si la verificación no es obligatoria. Es momento de pasar del miedo regulatorio a ser referentes verificables en sostenibilidad: más que reportar cuántos árboles sembramos, hay que reportar cuántos viven hoy, donde están y su estado de salud.




