Ángel Canul Escalante
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La mayoría de las ciudades modernas tienden a hiperindividualizar a sus habitantes. Se podría decir que están diseñadas para ello. Piense por ejemplo en cómo todo se construye para eficientar, sobre todo, el desplazamiento del automóvil, el símbolo por antonomasia de la atomización social. También los lugares de encuentro se vuelven escasos, ante lo cual los centros comerciales, que incentivan principalmente el consumo, se vuelven los únicos lugares a los cuales acudir. Pero estos espacios están lejos de ser aquellos lugares donde la convivencia y la armonía entre diferentes se lleva a cabo. Allí uno acude para encontrarse consigo mismo de forma narcisista. Las escuelas y los centros de trabajo tampoco se vuelven lugares para re-conocer al otro. Mediante métodos cada vez más sutiles, el imperativo de rendimiento presente en ambos sitios agota hasta el límite a los estudiantes y trabajadores. Cansados y fatigados es imposible formar vínculos con los demás. Uno sólo quiere llegar a casa y no saber más de alguien.
Los hogares, por su parte, tampoco se diseñan con este fin. Desde el auge de los cuartos individuales para cada habitante, se empezó a reconfigurar la forma en las que las familias se relacionan. Sin mencionar los grandes fraccionamientos y complejos que separan a los habitantes de distintas clases sociales. Dentro de esta vorágine pareciera no haber una alternativa viable para escapar de semejante lógica. Si ni el hogar y el trabajo funcionan para acercarse a los otros entonces ¿dónde? El teórico Ray Oldenburg habla sobre el tercer espacio. Aquel lugar donde uno acude fundamentalmente a ser sí mismo con los otros. Tales lugares son escasos pero únicos en su tipo para los que se reúnen ahí. No hay lugares dichos, es decir, puede ser desde una calle especial hasta un barrio donde uno rememore su pasado. Un tanto subjetivo. Por lo mismo, es muy fácil confundir al tercer espacio con algún lugar que busca disfrazar su carácter comercial como si se tratara de autenticidad, como lo es Starbucks.
Es sano y provechoso que cada uno halle su tercer espacio, si aún es posible en su localidad. Es más que probable que en él se encuentre con algún otro cuyo tercer espacio es el mismo. Es un desafío, pero vale darse el placer de ver de cara a los otros. Instagram no puede establecerse como la nueva sala de estar, donde uno entra estando en cualquier otro lugar. Y por favor, no haga del tercer lugar un sitio para tomarse fotos.