Por: Mario Barghomz
Para la Filosofía Clínica, que es mi campo de acción en la Psicoterapia, la física cuántica me ayuda a entender toda energía mal canalizada o entendida de un paciente estresado, angustiado, ansioso o deprimido, del trastorno o bloqueo de una persona que asume que su mal o sus problemas son responsabilidad de los demás, del entorno o contexto donde vive o se mueve regularmente, pero no suyos.
Esta sin duda es la teoría newtoniana de causa-efecto, que de alguna manera ya expliqué en la primera parte de este artículo, la cual se deriva también de los postulados filosóficos de Aristóteles en cuanto al mundo sensible de donde lo hemos aprendido. Pero para la Física Cuántica, y ya ha quedado demostrado con la teoría de Einstein (léase también el artículo 1º.), todo pensamiento o sentimiento están particularmente relacionados con la conciencia del sujeto, ya que es su propia energía (la que está en sus células) la que lo determina.
Cada pensamiento, sentimiento o emoción del campo cuántico, no necesitan estar relacionados con ningún evento físico, situación o discusión para que nos afecte. Decir: “me lastimó lo que me dijiste”, “me siento mal por todo lo que sucede”, “ya no aguanto este ambiente”, “siento que voy a estallar con tantos problemas”, son reacciones que parecen justas ante el medio, pero solo son la expresión patética de la vieja teoría física, causa-efecto.
Estas reacciones humanas (que se sufren por cierto) no son determinantes en la física cuántica en donde nuestros sentimientos, emociones y pensamientos, sin que sean afectados por nada o por nadie, son los que determinan desde nuestra psique nuestra vida. Dentro del universo cuántico somos nosotros los que decidimos qué sentir, qué pensar y qué hacer, enfocando nuestra energía hacia donde más nos convenga en el sentido mismo de nuestra propia naturaleza, cuyo fin último es nuestro bienestar humano.
El campo cuántico, aunque aún en muchos sentidos sea un misterio, une lo que sucede afuera con lo que pensamos por dentro. Hay que recordar, entender o aprender que dentro del centro orgánico de nuestro cuerpo humano (y el cuerpo mismo revestido de tejidos), somos moléculas, células, átomos, partículas (polvo de estrellas), y que todo ello es pura energía electromagnética (cerebro-corazón-soma) manteniendo en estrecha relación nuestra situación de vida. Energía que cuando se une produce un estado del Ser; del Ser vital y el Ser ideal.
Ser que mantiene a mi persona desde su esencia bioquímica en un ritmo natural que sin embargo suele bloquearse, eso sí, ante la realidad física (malas noticias, problemas, adicciones, dilemas, pérdidas, enfermedad, carencias…). Pero por qué permitir que sea el contexto o los demás lo que me determine, sabiendo ahora, dentro de mi situación cuántica y habiéndolo comprendido, que soy yo mismo quien decide estar bien, pleno y satisfecho, y no por efecto o influencia de la materialidad de lo mundano o la causa negativa de los otros, sino por la gracia divina de mi propia energía (espíritu) más allá del espacio-tiempo.
Para la física cuántica la vida se decide en el ahora, y no derivada de un pasado que ya no existe en tiempo real ni un futuro que aún deberá programarse o suceder. El cerebro no distingue entre pasado y futuro, nuestros pensamientos siempre son presentes, ahora. Por ello que ni uno ni otro (pasado o futuro) pueden determinarnos. Se trata entonces de ser conscientes, de enfocar nuestra energía adecuadamente en el momento presente.
Ahora sabemos que todos nuestros tejidos están hechos de células, y éstas son las mismas que se encuentran en nuestro sistema nervioso (cerebro) donde se genera gran parte de nuestra conciencia cuántica. Desde ahí, para la Filosofía Clínica, nuestra energía debe enfocarse, transformarse, y si es necesario: cambiar.
Este nuevo universo cuántico es el que le ha permitido al hombre contemporáneo evolucionar, ser otro y distinto, mejor en aquello que le ha permitido crear y trascender, responder no solo a los dilemas cósmicos y de investigación, sino a saber también quién es en realidad.