En tiempos navideños escucho a mis amigos decir “esta época me da cierta nostalgia”, otros expresan que
tienen tristeza por esta temporada y que no le gusta la Navidad.
¿Por qué sentimos esa tristezao nostalgia? Esta pregunta me lleva a la siguiente reflexión: este sentimiento puede ser por diferentes razones, en ocasiones viene a la memoria el recuerdo de nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, porque se nos adelantaron en el camino, o porque no vivimos en el mismo lugar, como es mi caso,
pues mis padres y hermanos radican en otro lugar.Es válido sentir esa nostalgia, siempre y cuando no sea un sentimiento que predomine en nosotros en estas fechas.
Sin embargo me pregunto, ¿cuál es el fondo de esa tristeza que sienten muchos? La respuesta, desde mi punto de vista, es porque estamos incompletos, estamos vacíos de toda espiritualidad, por esa razón los regalos y las cosas materiales no son capaces de llenar esa parte espiritual que
es nuestra alma.
Cuando conduzco por las calles veo que cientos de personas se desbordan en los centros comerciales, para comprar los regalos de Navidad, la ropa que se va a estrenar, nos preparamos externamente para festejar la Navidad, pero al final del día no logramos el objetivo de conseguir la felicidad que debería traer esa Navidad, porque nos llenamos de cosas materiales, en ocasiones triviales y superfluas, o simplemente muchos se ahogan en borracheras, bailes y
fiestas que no tienen nada que ver con el evento por el cual estamos festejando.
Nos fijamos más en el progreso exterior, que es palpable a la vista. Pero recordemos que el progreso material permanece fuera de nosotros, incluso nos podrá ofrecer pensamientos positivos, pero es efímero y sin sustancia. Pero el progreso interior significa que tú te estás transformando y volviéndote mejor.
En esta Navidad recuerda que Jesús dijo: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14,27). La paz que podemos experimentar en la presencia de ese Niño Dios nos lleva a una paz interior que abraza todas las áreas de
nuestra vida. Esto no significa que todo será perfecto y sin sufrimiento, pero esa paz nos fortalecerá para enfrentarnos con más firmeza y serenidad a las tempestades de la vida.
Los que amamos a Cristo tenemos que llenar esos sentimientos con el verdadero espíritu de la Santa Navidad, recordar a ese pequeño Niño que, siendo Dios, vino a este mundo por amor a redimirnos, que nació en un humilde pesebre, solo en medio de la fría noche con el amor de María Santísima y de San José, solos los tres.
Hoy, más allá de las penas, de las ausencias, de nuestras cruces, algunas espirituales, algunas corporales, más allá de la soledad, de la pobreza y la enfermedad, el alma del cristiano debe descansar y encontrar la
alegría en la esperanza del retorno, en la espera de Nuestro Rey y Capitán que se encuentra pronto a regresar, no ya como niño frágil, ni como cordero para el sacrificio, sino como dueño y señor de todo y de todos.
Ese debe ser nuestro espíritu en estos días, no un espíritu pagano y vacío de amor a Dios, que sólo busca contentarse con cosas materiales, que tiene en su pensamiento sólo qué comeremos, qué vestiremos, quién
no compartirá nuestra mesa este año, o los regalos para los niños, inventando una mentira y dándole lugar a alguien que nada tiene que ver con la Navidad, que sólo trata de desplazar a Nuestro Rey de Reyes.
No busquemos, pues, llenar con cosas frívolas y sin sentido el lugar que sólo Dios puede llenar, recordemos a nuestros seres queridos que ya no están con una oración por sus almas, pidiéndole al Señor que los tenga con Él en la Gloria y convirtámonos en pequeños y humildes pesebres para que Jesús nazca en nosotros.
No busquemos ya más, ni gentes, ni lugares, ni regalos; no busquemos contentar nuestros sentidos, ni llenarnos de más vacío, aunque parezca una paradoja; busquemos ese silencio en la noche de Belén, busquemos la sencillez, la modestia, la paz que nos trajo ese pequeño Niño sobre el pesebre. Esto que les acabo de expresar, para mí es
el verdadero sentido de la Navidad, por eso debemos buscar la verdadera paz y alegría que nos trae el nacimiento del Niño Dios.