En defensa de los videojuegos

Por una u otra razón que poco importan, terminé hojeando el más reciente número de la revista Bicaalú, dedicado en su mayoría a la década de los 80s. Ya te imaginarás los temas que ahí se trataron pero, de entre todos ellos, solo uno atañe a esta columna: los juegos de video.

Para no hacer el cuento largo: asomaron las calumnias de siempre.

En un artículo dedicado a los juegos de mesa, la autora argumentó que su permanencia en “esta era de videojuegos y teléfonos inteligentes” se debe –entre otras cosas– a que “en ellos […] confluyen la habilidad mental, el impulso creativo, la representación de distintos aspectos de la vida, el sentido del humor, la sensibilidad y la inteligencia emocional. Una combinación que difícilmente podemos encontrar al interactuar en soledad con una pantalla”.

Ignorando el hecho de que la última oración no tiene nada que ver con el listado que le precede, la implicación de que todos los puntos positivos que la autora le atribuye a los juegos de mesa son inusualísimos en los de video es tanto absurda como falsa. Sería inconcebible que se hubiera aseverado algo similar del cine o la literatura, ¿por qué no lo es también para los videojuegos?

Demeritar así a un medio entero solo es posible cuando se está desinformado con respecto a aquél. Por sí misma, tal desinformación no es reprochable; no todos tienen que saber ni disfrutar de los videojuegos. Pero, si ese es el caso, no hay razón para hablar pestes de ellos como se hizo en aquel artículo de Bicaalú. Contrario a lo que ahí se dijo, hay mucho de valor que puede encontrarse “al interactuar en soledad con una pantalla”.

 

Por Marcial Méndez*
alexmendez2903_s14@hotmail.com

* Estudiante de Diseño Multimedia, posmoderno y fanático del vaporwave. Dicen que es más formal de lo que su foto indica. Sí tiene novia.

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