Érase una vez en Las Vegas

Por Santiago Pell
El Póquer, como cualquier otro deporte, está repleto de anécdotas magníficas y poco creíbles que labran con cada historia la magnitud de su belleza. Vengo hoy para invitarlos a regresar conmigo en el tiempo e irnos años atrás para vivir una de la mayores historias que este deporte ha tenido en la ciudad del pecado:
(Consejo: escuchar jazz al leer)
Érase una vez en los inicios del 2000, un banquero billonario llamado Andy Beal, el empresario llevaba la vida que para muchos podría llamarse perfecta, había conquistado el mundo de los negocios y gracias a sus ganancias, buscaba adueñarse de un área que para él era totalmente extraña: el poker; tras ser el presidente del banco BEAL y de Aerotecnologías Espaciales BEAL, decide gastar sus billetes en el hotel más representativo de las Vegas, el Bellagio. Se dice que en la vida de las apuestas el que gana en fichas pierde en el amor, pero este tipo de sentimientos era lo que menos importaba, la cabeza se volvía fría; los martinis y ginebras se confabulaban con el excelente servicio que se ofrecía y con la pasarela de prendas élite que las mesas de juego tenían como invitados, para crear un ambiente digno de un casino.
El antagonista de esta historia llevaba una racha ganadora en Hold’em con entradas obligatorias de 400 hasta 800 mil dólares, suceso que llamó la atención de Todd Brunson, quien invitó a Beal a jugar un heads up a su mesa y sorpresivamente, el banquero tejano derrotó al joven profesional fácilmente.
La noticia llegó al área de apuestas altas en el piso de póquer apodado Bobby’s room, donde los mejores jugadores se reunían seguido a competir; fueron éstos los que retaron a Andy a subir para ser vencido, sin embargo, fue él quien les terminó arrebatando a todos más de 100,000 dólares. Buscando revancha “rápida”, le propusieron jugar de nuevo, pero un hombre inteligente como él no se expondría ya estando en lo alto, a caer para ser comido por verdaderos tiburones. Fue entonces cuando Beal ofreció jugarles en diferentes partidas pero en uno contra uno.
Ya que incluso entre puro profesional del poker, ni existía ningún millonario que pudiese competir contra él y arriesgar su capital; es aquí cuando surgió el pequeño grupo de los mejores apostadores de aquella época llamado The Corporation. Liderado por Doyle Brunson (padre de Todd y conocido como el padrino del póquer), el equipo estaba conformado por 15 jugadores: Phil Ivey, Chip Reese, Jennifer Harman, Howard Lederer, Gus Hanson, Chiau Giang, Barry Winstein; Ted Forrest, John Hannigan, Todd Brunson, Hamid Dastmalchi , David Gray, Ming La, lyle Berman y Lee Salum. Cada uno de ellos juntó su dinero y el de sus inversionistas hasta aportar 500,000 dólares por cabeza en causa de poder retar en el próximo enfrentamiento a Andy Beal. Comenzando el 2001, esta serie de partidas se estaba convirtiendo en uno de los eventos más llamativos de Las Vegas; los heads up duraban en su momento hasta una semana, pero se fue dispersando durante los siguientes tres años.
Al comienzo de los juegos, el empresario ganaba alrededor de 5.3 millones de dólares y luego perdía ante los profesionales 3.4; era un ida y vuelta que continuó hasta 2003. Los seguidores de este deporte se preguntaban cómo es que este amateur podía durar tanto en la jaulas de los depredadores de fichas, la respuesta era sencilla: mientras unos eran ricos en experiencia el otro en cartera; Beal sabía que si las apuestas eran demasiado altas, sus contrincantes jugarían temerosos, con miedo de perder el dinero de sus amigos y caerían en intimidación monetaria, ya que él podría aumentar de 100,000 hasta 200,000 dólares por partida.
(Sigue la historia, jazz sube de volumen, blinds más altas, los meseros continúan sirviendo y el alcohol en la sangre aumenta la tensión de los jugadores…)
Jueves 13 de mayo de 2004, en el Bellagio se presenciaba el juego más caro de póquer nunca antes visto, en total The Corporation llevó 20 millones de dólares a la mesa. Uno a uno, Beal se enfrentó a sus oponentes, primero contra Hamid Dastmalchi, luego contra Reese, Hanson y seguidos de Jennifer Harman. Cuando el maratón terminó, el banquero había vencido a sus oponentes ganándoles 11.7 millones de dólares. Ya no tenía nada que demostrar, pudo haber dejado las cosas ahí e irse con la cabeza en alto, sin embargo, su lengua seguía deleitada con el dulce sabor de la victoria y quería más bocados. Fue en 2006 cuando se decidió continuar la partida de Hold’em con límite de 50,000 hasta 100,000 dólares en el casino del hotel Wynn, en donde se reservó un cuarto exclusivo con un crupier y todos los servicios a disponibilidad del tejano y miembros del grupo.
Para entonces era el mes de febrero, con el paso de muchos días jugando, Beal volvía a vencer y la Corporación se quedaba sin sus fondos de millones de dólares después de que Forrest, Grey, Todd y Jennifer Harman se habían vuelto las presas devoradas; el planeta entero estaba a expensas de lo que se anunciara en las noticias, pero el juego había terminado hasta el momento…
Nuevamente esto pudo y debió ser el final del asunto, pero la corporación exigió la oportunidad de poder recuperar su dinero, ¡habían perdido 10 millones de dólares! Para que eso pasara, Beal accedió regresar para los días 21 a 23 de febrero para jugar con apuestas de 30 a 60 mil dólares con incrementos de 50 a 100 mil dólares. Se enfrentaría durante 72 horas al jugador de mayor antigüedad en The Corporation, Phil Ivey (mejor conocido como el Tiger Woods del Póquer). Ivey intimidante sin expresión en el rostro, enfocado en su par de cartas, manejó el pre-flop, flop, turn & river a su beneficio para intentar leer la mente del banquero billonario.
Andy y Phil llegaban a acuerdos de subir las apuestas, el heads up estaba parejo, las montañas de fichas luchaban una contra una queriendo ser la más alta y desde arriba poder ver las cartas que el dealer abría en la mesa de paño. Miembros de la Corporación llegaban a presenciar el juego y a hablar silencionasamente en símbolo de respeto por ambos apostadores.
Al concretarse la 1 p.m del tercer día y después de cuatro horas de juego, ambos jugadores se levantaron dándose la mano, la partida al fin había terminado. Ivey recuperó sus pérdidas y había ganado un extra de 10 millones adicionales. El mundo del póquer se salvaba de quedar en banca rota y de romper muchos corazones de fans en todo el planeta, tras haber archivado una menuda caza de esfuerzos en conjunto para derrotar por una buena vez al empresario tejano Andy Beal.
(Saxofón a todo volumen, miembros de la Corporación celebran fumándose un puro frente al show de fuentes del Bellagio, se ve pasar el avión del antagonista volviendo a Tejas y los fuegos artificiales cierran con broche de oro este viaje en el tiempo reflejando con letras en el cielo: “Érase una vez en Vegas”)

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