Jhonny Eyder Euán
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En la secundaria me gustaba sentarme al fondo del salón. Así desarrollé mi instinto de observación, y así también comencé a darme cuenta de que tenía problemas de la vista.
Por un tiempo estuve en el equipo de beisbol de la escuela. Era bateador, aunque prefería correr y lanzarme por la pelota para hacer ganar a mi equipo. Fui un buen deportista y estudiante hasta que dejé de ver con claridad.
Sentarse hasta atrás en clases dejó de ser divertido. Las palabras blancas del pizarrón se volvieron borrosas, al igual que las pelotas que no podía atrapar porque las perdía en el aire.
Estaba seguro de que algo me ocurrió. Por mucho tiempo atribuí mis males visuales a sucesos infortunados que causaron un grave daño a mis ojos.
Durante una construcción, jugaba a las luchas con otros niños. En un momento dado, me lancé a la espalda de uno, quien giró para zafarse y me hizo caer de bruces contra el pavimento lleno de cemento y cal. Sufrí mucho por la herida sangrante de mi ceja y por mancharme de ese material nocivo.
Otra posible razón de mi problema es el golpe de una pelota que no pude atrapar y que cayó justo en mi ojo izquierdo. Muchos días de hospital y un parche como pirata son los recuerdos de ese traumático episodio con el que me despedí del deporte.
Las noches que dormí con los ojos maquillados seguramente también me afectaron. Hubo un tiempo en el que disfrutaba al máximo el heavy metal y por eso muchas veces salía a la calle con la cara pintada, al estilo de Kiss.
Más razones son las incontables madrugadas que me pasé realizando tareas de la universidad sin una buena iluminación. También las veces que por curioso me leí unos veinte libros en formato PDF desde la computadora. Leer tanto a través de pantallas es desgastante.
Mi debilidad visual empeoró hasta que no pude evitar el uso de lentes. Como se habrán dado cuenta, ocurrió demasiado tarde. Me rehusaba a la idea de los anteojos, pero cuando al fin me puse unos, entendí que siempre tuve la oportunidad de ver bien.
Los resultados de unos exámenes de la vista fueron la confirmación de la verdadera razón de mis problemas. Nací con miopía, hipermetropía y astigmatismo, errores de refracción que, por falta de atención y cuidados, se fueron agravando con el paso de los años.