Escuchar el cuerpo

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

La palabra auscultar que sigue siendo muy recurrente en la práctica médica, se trata de ese quehacer clínico típico de los doctores para buscar con un estetoscopio cómo se oye nuestro cuerpo. Y esto regularmente se hace en la espalda, en el pecho o el abdomen. Una práctica que sigue rigiendo el uso del estetoscopio que forma parte de la identidad de los doctores.

Auscultar viene del latín “auscultare”, que literalmente quiere decir “escuchar”, oír cómo se escucha el cuerpo por dentro atendiendo el síntoma o dolor de un paciente; buscar el por qué o desde cuándo para determinar un diagnóstico que le permita al médico reconocer la enfermedad.

Lo extraordinario de la práctica médica es que no se trata en primera instancia de mirar o saber, y ni siquiera de tocar para entender, sino de oír, de escuchar cómo se oye el síntoma o el problema.

Pero también aprender a oír el cuerpo -dice Ángeles Wolder; “El arte de escuchar el cuerpo”. Edit. Gaia, 2019- está más allá del síntoma físico, de la sensación de un organismo afectado, a lo que ella llama “descodificación biológica”. Porque habrá también que aprender -dice- a escuchar las emociones, todo aquello que le pasa al cuerpo en su psique. Hablamos de su tristeza o sus aflicciones, su ansiedad o sus miedos, ya que todo, cuando se trata de algo que afecta o enferma al cuerpo, está ligado al conjunto.

Nuestro organismo es un universo unificado, un todo no desvinculado. Y no solo con aquello que tiene que ver con nuestros órganos, huesos, músculos o sistema nervioso. Sino con el mismo entorno y las circunstancias en que vivimos.

Muchas de las enfermedades humanas, desde un resfriado hasta un cáncer, tienen siempre que ver con la historia que las precede, desde su pasado remoto o inmediato, hasta su presente en que se manifiesta un síntoma que solo esperó el momento de ser escuchado.

Las famosas enfermedades silenciosas son producto de aquello que antes no hizo ningún ruido, hasta que este se hizo presente, pero también de conductas que nunca estuvieron atentas a la armonía natural de su propio cuerpo.

Sin duda, el pasado nos determina, así como la misma genética que fungen como herencias, pero también en muchos sentidos dependerá de nosotros mismos que una mala herencia o un pasado predeterminado, nos haga candidatos de lo que solemos pensar como inevitable.

Hoy sabemos que cualquier mala herencia, de enfermedad, adicción o carencia, puede ser rechazada o reversible si nosotros mismos aprendemos a escuchar más sabiamente a nuestro cuerpo para evitar un destino que no queremos.

No hay un cuerpo que no hable, que no diga que le pasa física o emocionalmente. Lo que a veces suele ser o muy leve o muy doloroso. Solo hay que aprender a escucharlo para reconocerlo.