Por Silvia Carrillo
Espacios en dónde todos tengan cabida, se sientan abrazados y seguros. Hoy en día las universidades, además de ser espacios para compartir y divulgar información, también son espacios de convivencia y crecimiento humano, por ende nos encontramos en los salones, pasillos y bibliotecas a centenares de humanitos en formación, reformación y deconstrucción.
Es una característica de todos los espacios públicos la amplia diversidad de intereses, de gozos y de dolores que viven sus usuarios, por lo que una de las pruebas más importantes es que todos los actores puedan tener una convivencia sana y enriquecedora, sin importar cuáles son sus características, preferencias, edades, nacionalidades, etcétera.
Actualmente es una tarea difícil el poder pasar de la tolerancia a la aceptación y finalmente (de manera deseada) a la celebración de las diferencias, y con esto fortalecer nuestros tejidos de manera individual y colectiva.
Hace unas semanas, maestros y alumnos iniciamos un colectivo. Los docentes que participan son unos increíbles seres humanos, comprometidos no sólo con la calidad educativa de las materias que imparten, sino también con un genuino interés en las necesidades de la sociedad y de sus alumnos, los cuáles afortunadamente nos acompañan y lideran el proyecto. Este proyecto, sumamente pertinente, lo llamamos espacio plural, con la visión de que sea un sitio para reflexionar de manera libre sobre temas que nos mueven, que son actuales, que se necesitan hablar y hasta gritar.
Tengo la fortuna de tener colegas que avancen con este tipo de iniciativas, me hubiera encantado tener maestros así cuando yo estudié la universidad y más aún tener amigos en mi salón de clases como los estudiantes que son la base de este proyecto.
