Estilo

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Aprendí sobre los estilos al estudiar arte, luego a enseñarlo. Al diferenciar estilo de técnica, tendencia, moda o género. En música, por ejemplo, hablamos de géneros musicales para diferenciarla, aunque también puede hablarse del estilo clásico para referirse no ya a una tendencia o moda, sino a toda una época como la romántica o barroca. En la danza también suele uno referirse a lo contemporáneo, clásico o moderno.

En el caso de la pintura la técnica supera al género, pero el estilo se mantiene para identificarla; de tal manera que en referencia a ella hablamos de cubismo, impresionismo, surrealismo, etc., o los estilos también clásicos que van del Renacimiento (s. XVI) al Romanticismo (s. XIX). Los movimientos generados desde finales del siglo XIX y todo el siglo XX, suelen etiquetarse como “ismos”; fauvismo, dadaísmo, futurismo, expresionismo…

En la Literatura se mantienen los estilos y los géneros. Pero aquí a veces el autor mismo es quien da nombre a un estilo literario; “kafkiano”, por ejemplo. O la época que junto al autor determinan un estilo propio como en el caso del “realismo mágico” de Gabriel García Márquez o la “poesía épica” de Homero. Aunque también los estilos literarios van unidos regularmente al resto de las disciplinas artísticas. Así cuando decimos “barroco” o “renacentista”; podemos estar hablando de música, de pintura, arquitectura o literatura.

El Romanticismo, por ejemplo; también puede aplicarse a todo un suceso ocurrido en un país o una época como en el caso de Alemania, considerada la cuna del Romanticismo durante el siglo XIX, el “Barroco” español o la “Época Isabelina” del período renacentista de Shakespeare.

Las “tendencias” por su parte, sólo son eso y no estilos, como el “Pop-art” o el “Happening” que surgieron entre los años 60 y 70 del pasado siglo. Pero sin duda es en el ámbito de la moda donde podemos hablar de una manera más clara de la diferencia entre un estilo y una tendencia que regularmente suelen confundirse.

En la moda, cuya misma palabra nos lleva a pensar en “modo”, gusto o medida; no podríamos referirnos a estilo (aunque algunos modistos lo hagan), sino a la tendencia definida por el color, el estampado o el corte también particulares y pasajeros de una determinada época del año o del tiempo si nos referimos a toda una época (o década) que definieron los años 20, 30, 60 o 70 del siglo pasado.

El estilo es algo más determinativo en aquello que define la forma, sentido y belleza de algo representativo, de algo no pasajero sino definitivo en una composición musical como Beethoven representante del romanticismo o Vivaldi del barroco, una manera de bailar como la de Nijinsky o Varyshnikov, un modo de pintar como el de Boticelli o de hacer escultura como Bernini, Rodin o Miguel Ángel.

El estilo también puede corresponderle a un edificio, un castillo, una catedral o un templo, a la arquitectura de una época como el gótico medieval o el neoclásico post renacentista. La arquitectura griega, por ejemplo, estaba determinada por tres estilos: el dórico (estilo al que pertenece el “Partenón”), el jónico y el corintio definidos básicamente por su tipo de columnas.

Y quizá una manera también bizarra de hablar de estilo, sea en política. Leí alguna vez un libro del politólogo mexicano Daniel Cosío Villegas (lo leía mucho), titulado “El estilo personal de gobernar”. Pero Cosío Villegas, de manera por supuesto sarcástica, no se refiere a lo personal del gobierno de un presidente, sino al partido o las instituciones que daban lugar a gobernar al país de esa manera; siguiendo la tradición, la costumbre, la ruta, los modos y la manera de hacerlo siempre repitiendo lo ya hecho, lo que (bien o mal) se hacía siempre. Naturalmente sin modificarlo, sin perder el rumbo ni la idea institucionalista que daba precisamente la idea de “estilo”.

Y si de estilos hablamos; ¿cuál es el nuestro?, ¿a qué llamamos nosotros “nuestro estilo?; esa manera en que cada quien es y habla, esos modos y formas de ser que nos determinan a la hora de actuar y tomar decisiones.

Aunque sin duda habrá también aquellos a lo que nada los defina; personas sin estilo.