Estoy verde

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

En ausencia de los partidos políticos, una mano empieza a mecer la cuna del poder en México. Mientras los partidos políticos en general parecen cada vez más diezmados a causa de su falta de representatividad, de liderazgo o de capacidad para sentar un frente opositor al gobierno en curso, algo se mueve por debajo del tablero político.

Unas pinceladas nos orientan sobre lo que ocurre. A propósito del Guacamaya Leaks nos hemos enterado, porque el gobierno lejos de desmentirlos, los desdeña, acerca del estado de salud del Presidente, pero también del poder de espionaje que tienen entre sus manos tanto el Ejército como la Marina.

Es curioso que un gobierno que se dice de izquierdas y que se dice alguna vez espiado y hasta perseguido por los militares, un gobierno cuyos funcionarios alguna vez fueron activistas que señalaban las vejaciones de derechos humanos, ahora sean los principales promoventes de la causa de los militares en México.

Lenta y paulatinamente las fuerzas armadas han logrado lo que la oposición no ha podido: reformar la Constitución y cuanta reglamentación pueda obstaculizar la extensión de su esfera de influencia a causa de las tareas delegadas por el presidente de la República.

En ese orden de ideas, les ha encargado la administración de aduanas, por ejemplo, en la cual el Sistema de Administración Tributaria ha pasado a ser auxiliar de la labor de los militares a cargo. Se les ha conferido algunas atribuciones de aquel y se le ha hecho parcialmente de lado.

Asimismo, en el caso del supuesto acuerdo con Rusia para la exploración del espacio ultraterrestre, ni siquiera figura la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, porque el ejército ha asumido esas tareas para sí.

Antes, el Cisen, encargado de la seguridad nacional, podría ser llamado a cuentas por mandato Constitucional y debería esclarecer a través de la obligación de transparencia cuanto le fuera solicitado por cualquier ciudadano, siempre y cuando no pusiera en riesgo la seguridad nacional.

Ahora, con la Comisión creada por el presidente para conocer la verdad sobre lo que sucedió en Ayotzinapa nos enteramos que las fuerzas armadas han evadido, mentido, cambiado y ocultado información deliberadamente. Cuando se ha citado al secretario de defensa por un poder autónomo para comparecer su negativa radica en la falta de respeto con la cual le solicitan cumplir con sus obligaciones y aclarar estos trascendidos.

Mientras tanto, las obras monumentales de este sexenio se han construido con las manos de las fuerzas armadas: la refinería Dos Bocas, el Aifa, el Tren Maya. Y para ello el gobierno ha tenido en cada ocasión que crear y apuntalar empresas paraestatales a través de las cuales ha allanado el camino a los militares. Si la ley o la reglamentación se interpone, el gobierno y su partido han hecho lo posible para retirar los obstáculos.

Ni por obligación de Transparencia podemos saber lo que pasa en las manos de los militares, pues toda esa información se ha categorizado como de “seguridad nacional” y es imposible de consultar.

Es el ejército quien, de acuerdo con lo filtrado, invierte cantidades descomunales de recursos en los medios y redes sociales para cabildear su imagen, su opinión favorable y su cercanía al pueblo. Actualmente también le ha parecido al gobierno o al ejército que contar con una nueva línea aérea operada en su propio aeropuerto y posiblemente con el avión presidencial como parte de la flota es buena idea. Existe el proyecto para quitarle los óbices que pueda haber, legalmente hablando, para lograrlo.

Mientras los partidos políticos  no logran articularse y el gobierno no acierta a ser autocrítico, alguien más está ejerciendo la tarea de integrar una fuerza disciplinada y compacta en la tarea de gobernar el país. Tal vez mañana nos parezca buena idea. Estoy verde.