Eva y Adán

Por Mario Barghomz 

En la historia de los libros rabínicos, Eva (vida, madre) aparece no como una mujer creada igual que Adán a partir de un elemento natural: el polvo; sino como una mujer construida a partir de lo que ya había sido creado: una costilla, parte del cuerpo del primer hombre: Adán.

Podríamos ser más específicos; el torso esquelético de un hombre (en sí el esqueleto completo) pertenece al sistema óseo del cuerpo, a los huesos, es decir, al elemento tierra (humus en latín) que hay en todo ser humano. Aunque tierra también se diga adama, en hebreo; origen del nombre Adán.

La idea de Dios de construirla durante el sueño, nos hace pensar también en una figura de naturaleza ideal y perfecta (compañera y ayuda idónea, dice el Génesis). Eva es el sueño de Adán, un deseo intrínseco y perfecto de su subconsciente, de su necesidad humana. Así, Dios no le da nada que no le pertenezca, sino que ya es suyo por principio divino.

Pero Eva, construida y no creada, no hecha del mismo polvo de su pareja, sino del polvo hecho hueso en su cuerpo, dependerá siempre de su sustancia: Adán. Así como Adán dependerá asimismo de su propio creador: Dios, por quién será atraído al final de su destino en la tierra. El logos de Adán (su origen también para la filosofía griega), regresará entonces al cosmos a donde pertenece como polvo de estrellas de lo que fue creado, según los postulados de la ciencia física.

Eva, a diferencia de Adán fue, sin embargo, construida perfecta tanto en su forma como en su aspecto (idea). Su belleza terrenal supera la de su esposo. Sólo hay un defecto en ella –dice el estudio rabínico-: su dependencia y atracción hacia la fuente de su creación; Él (Adán), el hombre.
Por ello; toda mujer existente tenderá siempre a ser atraída por el hombre (su ADN) a partir de su sentimiento natural de pertenencia. Más fuerte o más débil; esta antropogénesis estará siempre presente en su identidad. No habrá en el planeta de Dios, Eva sin Adán. Y no habrá Adán de donde no sea posible crear a Eva.

Schopenhauer asegura que tanto uno como otro (hombre y mujer) se atraen no por aquello representado en la forma física de su humanidad (como creemos), sino por la esencia misma de su naturaleza para la procreación.

La autonomía de Eva radica, sin embargo, en su propia belleza, en lo que su esposo y fuente creadora ya no determinó, sino Dios. Dios dio a Eva esta virtud; la de no sólo ser pareja idónea, sino varona hermosa. Belleza que enmarca su cuerpo y su persona para ofrecerlo (en su atracción) al hombre de quien nació.

Eva es madre de la Tierra, la primera mujer, la primera pareja, la primera esposa, la primera amante y la primera madre de familia. También es la primera madre afligida por la muerte de un hijo y el destierro de otro a los que nunca más verá: Caín y Abel.
Eva también es desde entonces (desde el mito); la columna vertebral de toda mujer deseada en su atracción hacia el hombre, el principio de toda generación, de toda gestación, de todo esfuerzo y sacrificio por mantenerse hasta el día de su muerte junto a su esposo, al cuidado de Set y el resto de sus hijos.

Eva es toda madre, toda esposa y toda pareja adecuada construida por Dios; toda mujer que en su atracción natural hacia el varón sea deseada, protegida y cuidada, elevada en la idiosincrasia de su belleza misma (belleza humana, no cosmética) hacia la altura de su constructor.
La mujer, como parte sustancial del hombre, nunca debe estar sola, sino acompañada por la caricia, el abrazo, el beso, el cariño y la bendición del hombre que la ama. Y si el hombre ya se ha ido; su compañía debe ser la memoria, el recuerdo de su historia, el alma de aquél que aún debe estar en su corazón. Sin que tal memoria le impida ser quien es.

Eva y Adán son uno, no dos. Siempre serán uno porque ella surgió de él, y en ella él siempre verá la parte que le hace falta. Vida y tierra, madre y humus; logos encarnado que siempre complementará su destino humano en el mundo.

Cultura y fe se funden en ellos desde el mito (desde el Génesis), desde aquello que necesita ser explicado para comprendernos, para entender desde esta filosofía quienes somos, cuál y cómo fue nuestro principio, divino y humano.

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