por: Roberto A. Dorantes Sáenz
La fama y el éxito son como una estrella fugaz, no te dejes deslumbrar por tus logros. Sin embargo, el éxito estimula a perseverar en el trabajo, al ver cómo las fatigas han tenido su premio.
También, es verdad, que pierde fácilmente el ánimo el que siempre fracasa. Pero el peligro está en que nos aficionemos al triunfo.
El aplauso ficticio o conseguido demasiado pronto puede causar la caída de los talentos más encumbrados. Recuerda que no faltan los aduladores que te hagan elevarte como la espuma. Lamentablemente muchos padres, se sienten demás de orgullosos de sus hijos, que por alabarles exageradamente sus cualidades, logran que sus hijos se sientan unos genios.
Por eso existen tantos jóvenes que se comportan de una manera pésima, un “genio” indisciplinado, nada merece su respeto, todo lo critica y, sobre todo, no se esfuerza por aprender.
¡Gran equivocación! Si de verdad el Señor te ha concedido algún talento o capacidad sobresaliente, fórmate en lo que fuere cuanto puedas y ten cuidado para no perder tu sencillez. Sé humilde siempre.
Cuanto más sabio, más humilde es el hombre; porque cuanto más aprende y sabe, con tanta mayor claridad ve lo increíblemente poco que sabe respecto a lo que le queda por saber.
Walter Scott, escritor inglés, después de una larga labor de decenas de años, tenaz y perseverante, reconocía: “Durante mi carrera me sentía atormentado e impedido por mi propia ignorancia.”
No en vano dijo Sócrates: “La mayor sabiduría humana es saber que no sabemos.” Y también Sócrates: “Muchos habrían sido sabios si no hubieran creído que ya lo eran.”
Un proverbio dice: “Si tuvieras talento, no lo sacarías a relucir.”
Recuerda que la gallina que cacarea estrepitosamente da pocos huevos, mucho ruido y pocas nueces. La estupidez y el orgullo brotan del mismo tronco.
En una ocasión Alcibíades se envaneció ante su maestro Sócrates de las numerosas tierras que poseía en las cercanías de Atenas. Ante tal actitud Sócrates sacó un gran mapa y le dijo: “Muéstrame dónde está Asia.” Alcibíades mostró el gran continente. “Bien. Y ahora, ¿dónde está Grecia?” También se la mostró, pero ¡qué trozo del mapa más pequeño ocupaba. “¿Y dónde está en Grecia el Peloponeso?” Alcibíades casi no lo encontró en el mapa, tan pequeño era. “Y ¿dónde está Ática?” Imposible de distinguir. Mucho menos las tierras que poseía.
El tener éxito no te da derecho a despreciar a los demás, recuerda que la vida es como la rueda de la fortuna, ahora estás arriba, al rato estarás abajo.
En tus logros no te dejes apantallar, mejor agradece a Dios por lo que eres, y recuerda que dentro cien años, ¿quién se acordará de ti?, hoy eres algo mañana estarás en el olvido. Lucha siempre por realizarte como persona, y si eres triunfador que sea el resultado de tu trabajo, sacrificio y humildad ante todo.