Junto con sus hijos y hermanos, el señor Raúl Jacobo produce hortalizas que son fuente de sustento de muchas familias en Yaxchekú, Tizimín
Es muy satisfactorio conocer historias como la de Raúl Jacobo Ek Can, quien junto con sus hijos y hermanos, trabaja la tierra para producir hortalizas que se convierten en la fuente de sustento para muchas familias de la comunidad de Yaxchekú, en Tizimín.
La pobreza extrema en la que vivía la familia, le llevó a tomar la decisión de irse a trabajar a la Riviera Maya y también a Isla Mujeres, donde con sólo 13 años fue ayudante de albañil, de plomero y carpintero, hasta que unos años después, con un dinero ahorrado, regresó a su pueblo para dedicarse a la siembra de hortalizas en el terreno de 25 hectáreas de su padre, donde ni con energía eléctrica se contaba para conectar una bomba de agua.
Así es que con una bomba de gasolina comenzó a trabajar en la siembra de chile y tomate, que con la ayuda de sus hermanos, al poco tiempo el espacio de trabajo quedó chico, y fue necesario adquirir otros terrenos en el ejido, hasta que a la fecha han logrado aumentar a 160 hectáreas la superficie de cultivo.
“Tengo cuatro hermanos, dos más grandes, Juan Arcadio y Ángel Gaspar, y dos hermanitos, Gerardo Mateo y Manuel Roberto, que están conmigo”, dijo Raúl, quien destaca que al equipo se han sumado sus dos hijos Raúl Enrique y Diego Jacobo, que por el tema de la pandemia no lograron concluir sus estudios de agronomía.
Además de que ellos se encargan del aspecto técnico, y ayudan a su padre con la administración y están al pendiente de que los sábados no les falte su pago a la gente que trabaja con ellos, más de 60 personas que vienen de poblados vecinos para cultivar entre otros productos, calabaza italiana, tomate verde y cebolla, que son pedido especial de los hoteles de la Riviera Maya y Cancún y que no se producen de manera habitual en la región.
Este detalle ha sido parte del éxito de Don Raúl, el no conformarse con hacer lo que todos hacen, y así como siembra legumbres diferentes a lo habitual, también ha buscado la manera de evitar intermediarios y llevar su producto lo más cercano posible a las cadenas de consumo, pues reconoce que es importante tener el apoyo de al menos uno de ellos.
Esto quedó de manifiesto tras las tormentas tropicales y los huracanes que impactaron al estado en 2021 y que le ocasionaron grandes pérdidas, entonces su socio le facilitó recursos para que comprar semilla para comenzar de nuevo el camino.
Y aunque a la fecha aún arrastra deudas, los escollos poco a poco se fueron superando y en la actualidad, cada semana envían entre cuatro y ocho toneladas de rábanos y 30 de calabacita italiana a los hoteles de la Riviera Maya, además de chiles habaneros y otros productos.
Sin duda que la más contenta con los resultados es la madre de don Raúl, doña Margarita Can Cab, que nunca imaginó que se pudiera alcanzar el nivel de producción que ahora se tiene.
“Mi padre era agricultor, pero trabajaba lo necesario para lo más indispensable”, manifestó Ek Can, quien recalcó que no es millonario, pero que gracias a la tierra puede tener grandes satisfacciones.
“El dinero no lo es todo, hemos aprendido a vivir épocas muy buenas pero también momentos difíciles, en este negocio estamos sujetos a que haya épocas en las que suban o bajen los precios de productos, y tenemos que aguantar cuando no hay, la mayor riqueza que podemos tener es la salud, y la satisfacción de ver junta a la familia”, comentó Raúl, el cual por cierto a sus 49 años de edad se estrenó como abuelo y por partida doble, apenas en agosto pasado, dado que los hijos de Raúl Enrique y Diego Jacobo nacieron apenas con unos días de diferencia.
“La pobreza nos impulsó a superarnos y yo siempre les he dicho a mis hijos que aprovechen su juventud para trabajar, para que cuando lleguen los dolores y enfermedades no tengan necesidad económica y que disfruten de una vejez tranquila”, apuntó nuestro amigo quien aprovechó la oportunidad para agradecer el apoyo que siempre ha recibido de su esposa, Landy Verónica Carrillo Pech.
Texto y fotos: Manuel Pool