Feminicidios

Por: Tomás Ceballos Millet

 

Había una vez una ciudad al sureste de México donde la vida era pacífica, y la delincuencia escasa.

Había una vez, por que aquella blanca Mérida, se nos escapa de las manos lentamente.

Es una hecho comprobado que la memoria de los yucatecos, y de los mexicanos en general, es de corto plazo. Los partidos opresores ganan y vuelven a ganar, las promesas se evaporan como el agua, y las noticias de violencia indignan, hasta que se olvidan.

En marco de los recientes acontecimientos en nuestra ciudad yo solamente me pregunto ¿qué se pierde mas rápido, la memoria o la paz?

Ahora nos toca vivir dos feminicidios, el de la señora Emma Gabriela Molina Canto, que peleaba por la custodia de sus hijos, y el de la señora Merly Guadalupe Cauich Tamayo, que fue atacada por su ex marido. Pero tampoco sería justo olvidar el asesinato de la fotógrafa canadiense Bárbara McClatchie Andrews y la pareja asesinada en la casona de la Colón el año pasado.

Ahora con el nuevo “trending topic” de la eterna lucha del machismo feminismo, es valido resaltar las diferencias entre estos dos conceptos que mucha gente esta aplicando sin diferenciar.

Femicidio: Es el homicidio de una persona de género femenino (aunque en la rae no exista como tal)

Feminicidio: Es el homicidio de una mujer, por el hecho de ser mujer.

Yo no pretendo conocer los motivos personales de los agresores, ni soy quien para decidir qué términos usar en estos casos; lo único de lo que estoy seguro, es que estas acciones son inaceptables, y no podemos quedarnos callados. No podemos ni debemos, como sociedad, aceptar que estas acciones sean llevadas a cabo con impunidad. La vida de una persona, sea hombre, mujer, joven o anciano, debería de ser la posesión mas preciada , y por lo tanto, la sustracción de ella ser el delito mas perseguido y castigado.

Esta vez fueron Emma Gabriela y Merly Guadalupe, pero mañana, mañana podría ser nuestra madre, nuestra hermana, nuestra hija y entonces si nos indignaremos. No esperemos a vivir las tragedias en carne propia para reaccionar. Indignémonos, levantemos la voz, denunciemos.

La apatía y la falta de memoria es lo que lleva a las sociedades al conformismo, es lo que le hace pensar a los gobiernos y las autoridades que somos solo piezas prescindibles en su gigantesco tablero de ajedrez. La seguridad debería de ser un derecho inherente a la existencia humana.

Creo que es importante entender que ya no vivimos en un paraíso de paz y seguridad, que aunque Yucatán se jacte de ser uno de los estados mas seguros del país, nos estamos acercando a pasos agigantados a un realidad insegura, corrupta y deshumanizada.

Vivimos en un estado donde abunda la pobreza. Es ley de vida que la necesidad y la ignorancia, generan delincuencia. Y es por eso que debemos procurar una mejoría en el bienestar social de nuestro estado.

Pagar salarios dignos, fijar precios justos, tratar con respeto a nuestros empleados, educar a nuestros hijos son algunas de las actitudes con las que se puede empezar este cambio de mentalidad.

La el eterno paradigma de la mentalidad mexicana en el que primero voy yo, después yo, y por último yo, no nos permite compenetrarnos como sociedad y buscar un mejor desarrollo general.

El egocentrismo, la envidia y la insaciabilidad son la base de muchos de los problemas que hoy en día vivimos. Reforzados, por supuesto, por la impunidad.

Desde chicos nos enseñan a ir para adelante, a mirar de frente, lo que se les olvida es mencionarnos que de vez en cuando, tenemos que mirar a ambos lados, levantar caídos, estrechar manos y ayudar cuando nos sea posible.

 

 

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