En 1976, el boxeador yucateco demostró que tenía hambre de gloria y dio la campanada en Los Ángeles
Gustavo Espadas Cruz demostró una vez más que en el boxeo aún se rompen guiones, ya que el 2 de octubre de 1976 llegó a la arena de Los Ángeles, California, como la víctima 26 del invicto panameño Alfonso López, pero el yucateco desde el principio demostró que tenía hambre de gloria.
A Espadas Cruz le daban unos cuantos capítulos ante el canalero, pero se topó con pared, ya que su rival salió bravo. El pugilista yucateco tenía un estilo fajador, aunque al principio fue cauteloso y López se mostró técnico, muy ágil para esquivar el ataque del retador.
El pugilista era disciplinado al grado que ni siquiera detenía sus entrenamientos por los festejos decembrinos. Hubo varios 25 de diciembre y primero de enero que a las cinco de la mañana salía a correr, mientras que la mayoría de la gente apenas se están acostando a dormir o continúa la “pachanga”.
El combate seguía y aunque iba abajo en el marcador, “Guty” se mostraba más confiado para proponer el combate. Sabía que eso podía ser una trampa, que al intentar ir con todo se descuide y el monarca saque la reserva que resulte letal.
Fue así que llegaron hasta el capítulo 12 –en ese entonces eran a 15 rollos– donde “Guty” logró conectarlo y el golpe en el rostro hizo que el panameño visitara la lona. Sorprendido, el monarca se repuso y superó el conteo del réferi.
Como diría el fallecido periodista deportivo José Camerino Márquez, luego de que “Guty” le había medido el “agua a los camotes” para el siguiente buscó rematarlo. En el boxeo cuando se tiene entre las cuerdas al rival hay que sacar todo, hasta el ‘xix’ de la adrenalina porque hay quienes son habilidosos para recuperarse.
Ese cabalístico episodio fue de fortuna para el yucateco que tuvo suficiente reserva para volver a derribarlo por quinta vez, tercera en ese capítulo 13, que de acuerdo con las reglas de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) que sancionaba el duelo, ganó el cetro.
¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey! De esta forma el panameño entregaba la corona al nuevo monarca mundial.
Texto y fotos: Darwin Ail