Investigadores estadounidenses descubren que las neuronas que se encuentran en los tejidos intestinales tienen conexión directa con el cerebro, de forma que sus señales tardan milisegundos en llegar
Muchos científicos dicen que en el intestino tenemos un segundo cerebro. La explicación a esta insólita afirmación es que las neuronas, es decir, las células nerviosas no solo están en el cerebro. Hace tiempo que se sabe que en el intestino humano hay más de 100 millones, que se conectan con las que viven dentro de nuestro cerebro. Pero ahora un nuevo estudio revela que existe una conexión directa entre el intestino y el cerebro a través de un circuito neuronal. De esta forma las señales que emiten esas neuronas del tracto intestinal tiene una respuesta rapidísima, en milisegundos.
El estudio se ha publicado en Science Direct. Con el nuevo descubrimiento se espera encontrar nuestros tratamientos con la obesidad, los trastornos alimentarios, u otros como la depresión, la artritis, el párkinson o el autismo que en parte se han relacionado con un defectuoso funcionamiento del intestino.
El sistema nervioso está formado por el central, constituido por el encéfalo y la médula espinal, y el periférico que se encuentra en el resto del organismo. Dentro de este se encuentra el sistema entérico, que se encarga de controlar el aparato digestivo y sus proceso gracias a más de 100 millones de neuronas distribuidas en los tejidos que revisten los órganos que lo conforman (esófago, estómago, intestino delgado y grueso). Esas neuronas están relacionadas con la digestión, la absorción y digestión de los alimentos y de otros factores como el hambre.
El neurocientífico de la Universidad de Duke, en Durham (EE.UU.), Diego Bohórquez, es el autor de este descubrimiento. No obstante, ya se sabía que esas neuronas liberan hormonas en el torrente sanguíneo, de forma que el cerebro humano responde a esas señales en unos minutos, lo que tardan en llegar. Pero esta vez se comprobó por microscopio electrónico que las neuronas que se encontraban en el revestimiento del intestino tenían unas protuberancias similares a la sinapsis que permiten la comunicación entre las que se encuentran en el cerebro. Y que, por lo tanto quizás podían “hablar” directamente con el cerebro.
Para demostrarlo, los científicos administraron un virus fluorescente en el colon de un grupo de ratones, en concreto el de la rabia, porque se trasmite a partir de las sinapsis neuronales. Así se observó que las células enteroendocrinas, encargadas de producir esas neuronas, empezaron a iluminarse enviando señales eléctricas a través del nervio vago hasta el tronco encefálico. Luego analizaron estas células enteroendocrinas y se observó que formaban conexiones sinápticas con las neuronas del nervio vago y que estas células expulsaban glutamato, un neurotrasmisor implicado en la memoria y el aprendizaje, pero también relacionado con los sentidos del gusto y del olfato.
Con esta nueva vía de comunicación entre el cerebro y el intestino, se ha descubierto que los mensajes se trasmiten a 100 milisegundos, más rápido que un parpadeo y desde luego mucho más veloz que las hormonas que van desde las neuronas del intestino hasta el cerebro por el torrente sanguíneo. Precisamente esta lentitud es quizás la responsable de que desde que se llegan los alimentos al estómago hasta que el cerebro detecta que está saciado pasen alrededor de 20 minutos.
Ahora, van a investigar si esta conexión directa que existe entre el intestino y el cerebro le proporciona a este suficiente información sobre los nutrientes que se han ingerido o el valor calórico de los alimentos que comemos. Y por supuesto, como apunta el propio Bohórquez, permitirá profundizar en las importantes implicaciones que este hallazgo tiene para nuestra comprensión del apetito. También otros estudios investigan cómo este curioso sistema nervioso que se encuentra en el aparato digestivo influye en la depresión.
Texto y foto: Agencia