Harvey Weinstein es un cerdo, advierten en documental

Untouchable, el documental que denuncia el silencio cómplice que permitió a Harvey Weinstein actuar con total impunidad durante décadas en Hollywood, traza un retrato sobrio y serio del “monstruo” con testimonios de testigos, como Rosanna Arquette y otras víctimas pisoteadas por el productor, que hablan por primera vez a cámara.

Dirigido por Ursula Macfarlane y producido para la BBC por el ganador de un Oscar Simon Chinn (“Searching for Sugar Man”), Jonathan Chinn y Poppy Dixon, el documental, recién estrenado en la plataforma Hulu, es la historia del ascenso y caída del magnate contado por sus víctimas, tanto directas como aquellas que se vieron afectadas por su comportamiento.

Entre las primeras, tres de sus secretarias personales que se despidieron por no soportarlo, la primera de ellas, asistente de su hermano Bob, Kathy Declesis, que se fue advirtiendo: “Harvey es un cerdo”.

Pero también hay rostros muy conocidos, como las actrices Rosanna Arquette y Paz de la Huerta, o la no tan conocida (ahora sabemos por qué) Erika Rosembaum, que presta al comienzo algunas de las frases más demoledoras, también esclarecedoras. “Él era enorme -dice entre lágrimas-, yo pesaba 45 kilos”.

Rosembaum cuenta que había oído rumores “de que algunas mujeres pasaban por cosas así para lograr papeles” pero ella pensó que “era suficiente con decir ‘no’”.

El documental muestra que, ya desde pequeño, Harvey apuntaba maneras dictatoriales, si no mafiosas, en comunión con su hermano Bob; estaba acomplejado por su físico, se sabía feo y gordo; nunca llevó una vida ‘normal’, no tenía amigos ni era capaz de disfrutar de un partido de béisbol y era un adicto al trabajo.

De hecho, “soy el puto sheriff de este puto pueblo” es su frase más famosa y la única que trascendió por puro azar, porque cada vez que algo empañaba su imagen de triunfador las pruebas desaparecían misteriosamente y ningún medio de comunicación las publicaba.

El modus operandi del multimillonario para tapar su comportamiento con las mujeres era siempre poner precio al silencio, pero también -lo comentan algunos de sus altos cargos en Miramax- cuando la obsesión fue a más, recurrió a investigadores para desprestigiar a las víctimas. No a cualquier empresa. Contrató a Black Cube, una agencia privada de espías que servía al Mosad.

Texto y foto: EFE

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