Por: María de la Lama
Hay una línea delgada entre el clásico y el cliché, porque lo cliché es cliché porque copia al clásico. La novela clásica “El Conde de Montecristo” ilustra el punto. Tiene todos los elementos que reconocemos como característicos de una novela de aventuras: una traición, un largo encierro injusto, un sabio mentor, un mapa del tesoro, piratas, duelos de espadas, personajes históricos, búsqueda de venganza, un fiel sirviente, un romance imposible, un hijo ilegítimo… La lista sigue, y cualquiera que lo leyera sin contexto histórico diría que el libro es un castillo de clichés.
Excepto porque Alejandro Dumas inventó el género. Alejandro Dumas y Auguste Maquet, el “ghost writer” que tuvo la idea, co-escribió la novela y le vendió a Dumas su anonimato; Tal y como lo harían luego para escribir Los tres mosqueteros.
Dicen que, mientras colaboraron, Maquet tenía las ideas y escribía el primer borrador de las novelas, mientras que Dumas solo le daba el toque final: le agregaba color, descripciones, detalles. La combinación se vendía como pan y trascendía fronteras; no me extraña que eventualmente Maquet se haya cansado de escupirle al ego y haya tratado de conseguir coautoría. Perdió el jucio porque “Dumas sin Maquet es Dumas. Maquet sin Dumas no es nadie”. ¿Cuántas grandes ideas, ideas clásicas, habrán sido plagiadas? ¿sobre cuantos ghost thinkers estará construida nuestra cultura, nuestra historia? No dudo que sobre un número subestimado.
Empezando por aquellos a los que esconden detrás detrás del padre de la literatura, tal vez de la cultura grecolatina: Homero, nombre al que se le atribuyen la Iliada y la Odisea y que probablemente no existió.
Y terminando con los verdaderos autores de las 800 biografías de gente importante que presumen de haber palomeado “Escribir un libro” de su bucket list, cuando su esfuerzo consistió en pagarle mal a un escritor pobre y sin nombre ni cara que se venda bien en Gandhi.
Uso de ejemplo la literatura, pero el mundo está lleno de ladrones de ideas y nombres vacíos. O de genios que supieron ejectutar ideas ajenas y que se ahorraron los créditos.