¿Hay vida más allá del morenismo?

Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com

Cada día que pasa es un día menos en el mandato de López Obrador. De manera inexorable el tiempo, como a cualquier cosa, lo consume sin misericordia. El sexenio se termina, pero queda la duda, ¿sobrevivirá Morena, el morenismo al período de Amlo?

Un profesor de política me dijo alguna vez que si se quería saber qué pasaba en México realmente solo había tres instituciones que tenían total cobertura del territorio nacional, y no, no se trata de Telcel.

La primera, a decir de mi maestro, era la iglesia católica, pues tenía al menos presencia con modestas capillas hasta en los pueblos más apartados y los sacerdotes formaban, por así decirlo, una red que actualizaba “el estado de la nación” desde sus profundidades.

La segunda, era la empresa coca-cola que con su extensa logística extendía sus articulaciones hasta en poblaciones carentes de luz eléctrica. Allí donde había una capilla, al lado estaba un humilde estanquillo que vendía coca-cola .

La tercera, era la organización corporativa del PRI, con sus comités distritales que enviaban y recibían los flujos de información y la transmisión de la cadena del poder, como una máquina perfectamente aceitada.

El priismo en su época dorada establecía, ya sea por obediencia o impuesto por disciplina, una unidad de sus militantes que operaban apostados desde el partido, la administración del poder y los otros poderes. La mística estaba fundada en una narrativa del supuesto triunfo de una Revolución nacionalista empoderada por el pueblo y a favor de él.

Lo que hoy vemos con el partido de López Obrador no es siquiera comparable a esa circunstancia. A su paso por la política se encargó de aceptar en sus filas a un espectro tan diverso y variopinto de militantes que importó de partidos, grupos, confesiones e ideologías cuyo único denominador común era su propia persona.

Morena es, como la han descrito, la reunión coyuntural de varias tribus que no aparentan tener una sólida base estructural que lo relacione. No hay, como tal, un proyecto sino una serie de promesas que obedecen a una suerte de populismo en lugar de un programa político. 

En la actualidad, el presidente revela en sus hechos y dichos su deseo inmarcesible por escribir su nombre en las páginas de la historia. Desea que se le recuerde como a Juárez, a Madero. Sin embargo, en lugar de gobernar con ideas perennes, una ideología identificable y diferenciable en la política, su mandato ha sido marcado por sus declaraciones incendiarias, su desprecio por las instituciones, los otros poderes, y por la paranoia que todos los días le ofrece nuevos contrincantes a su gobernanza: los activistas sociales, la prensa, los empresarios, los organismos autónomos, los otros poderes, los medios de comunicación y recientemente miembros de su propio partido, las otras corcholatas, los gringos, los españoles, los peruanos, los ecuatorianos y lo que se acumule esta semana.

No es que todo se le hayan volteado, lo que sucede es que al final, en el ocaso, la cima es muy fría. La atracción del poder embelesa y su influjo atrae de manera natural a sus sedientos cortesanos. Muerto el rey, que viva el rey.

Aún cuando ha querido marcar el paso de su sucesión, primero con la decisión discrecional de su delfín, después con la configuración de los principales puestos en el gobierno y posteriormente con el programa que completará la cuarta transformación o cualquier cosa que él entienda como su supuesto legado para la historia, no calculó que al final solo está la puerta de salida.

La cantidad de frentes que deja abiertos decepciona a propios y extraños, quienes concedían como parte de sus talentos ser un estupendo político y negociador. Algo que lo llevó indiscutiblemente a la silla presidencial. En lugar de tomar sigilosamente el mando de su partido, no quiere ceder nada de su poder hasta el último minuto.

Con lo cual, lo esperan tras la puerta del clóset todo lo que no ha podido esconder debajo de la alfombra. ¿Resistirá Claudia?, ¿obedecerá lo que su líder ha dispuesto para ella? De ganar las elecciones, ¿Biden no tomará venganza por tantos desaires en favor de su anaranjado contrincante?, ¿sobrevivirá Morena a su fundador?