La Selección Mexicana entrenó de manera tortuosa. 95 grados Fahrenheit, sensación de 100, y la humedad bajo un índice de 46. Y de nuevo una sesión de alta intensidad y reposo. Una y otra vez en la cancha del Cotton Bowl, el legendario y alguna vez colosal estadio, centro medular durante la Copa del Mundo de 1994.
“¡Vamos!, ¡Como quieren jugar mañana, como quieren verse mañana, como quieren ganar mañana!”, eran los gritos del cuerpo técnico de Jaime Lozano.
Los futbolistas transpiraban copiosamente. Una veintena de medios y media centena den total entre reporteros, camarógrafos y productores, seguían los entrenamientos.
Los porteros trabajaban aparte. Disparos a todos los costados, altura, velocidad e impacto posibles. Después sesión de disparos de ellos mismos.
Los medios arrancaron detrás de una barrera, a pleno sol, pero después, fueron invitados a una parte sombreada de la tribuna, para poder hacer tomas y observaciones más cerca del pelotón de futbolistas. Los jugadores obedecían puntualmente. Ninguna queja. Todo parecía “¡pura vida!”, como la jerga generosa, amigable y socializante de Costa Rica, su rival de este sábado por la noche en el ATT Stadium dentro de los Cuartos de Final de la Copa Oro, y cuyo boletaje ya rondaba los 55 mil vendidos. La alineación que enviaría México ante los ticos sería con Guillermo Ochoa; Jorge Sánchez, Cachorro Montes, Johan Vásquez, Jesús Gallardo: Luis Romo, Edson Álvarez, Luis Chávez; Uriel Antuna, Henry Martín y Orbelín Pineda.
Texto y foto: Agencia