El arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, indica que no han existido avances notables para dar eficacia a los mecanismos preventivos del trabajo forzoso y a las medidas de reparación para las víctimas
El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que México cuenta con un marco legal e internacional robusto para proteger los derechos laborales de los migrantes.
“No obstante, en razón del aumento del flujo migratorio y la falta de una política nacional coordinada, centrada en los derechos humanos, no han existido avances notables para dar eficacia a los mecanismos preventivos del trabajo forzoso y a las medidas de reparación para las víctimas”, dijo.
Al oficiar la misa en la Catedral de San Ildefonso, indicó que, aunque nos parezca increíble, el trabajo esclavo persiste hasta nuestros días. Se estima que, en el 2016, un total de 40.3 millones de personas han estado sometidas a la esclavitud moderna. Esta cifra incluye 24.9 millones en trabajo forzoso y 15.4 millones en matrimonio forzoso. Es decir, que en el mundo hay 5.4 víctimas de la esclavitud moderna por cada 1,000 personas. Además, una de cada cuatro personas que trabajan en esclavitud, son niños.
“Es triste, pero muchos de los que son patrones o causantes del trabajo esclavo, han recibido el bautismo en alguna iglesia, pero sin brindar el trato humano que se ofrecía entre los primeros cristianos. Pidamos por su conversión y porque se termine la esclavitud en el mundo”, señaló.
En el santo evangelio de ayer aparece una muchedumbre caminando con Jesús; sin embargo, Él se dirige sólo a sus discípulos.
“La conclusión que desde ahora yo les propongo es la alternativa: ¿Quieres ser parte de la muchedumbre en torno a Jesús o quieres ser su discípulo? No hay término medio. Para responder y comprometernos, antes debemos escuchar a Jesús para saber qué tanto espera de sus discípulos”.
“Se espera que identifiquemos a Jesús, no con un gran pensador, no como un gran hombre ni un gran profeta, sino como el hombre, el nuevo Adán, el Hijo de Dios, el engendrado antes de todos los siglos, el Dios por quien todo fue hecho, el que es uno con el Padre y el Espíritu Santo. Se espera pues que, en consecuencia, amemos a Jesús como dice el primer mandamiento, por encima de cualquier gran amor humano: preferir a Jesús por encima del padre, madre, esposa e hijos, hermanos, hermanas, preferirlo más que a mí mismo”, indicó.
Aclaró que preferir a Jesús no elimina el amor a nuestros seres queridos, sino que más bien perfecciona ese amor, lo purifica y lo conserva. Sin embargo, preferir a Jesús llevará en ocasiones a no estar de acuerdo con mis familiares; así como otras veces hará perder su compañía, sea porque se alejen o porque haya que alejarse de ellos. Es en verdad una gran renuncia que no se da en un sólo momento definitivo, sino que cada día hay que ir renovando. Esto los convertirás en un auténtico discípulo.
Explicó que vendrán decisiones difíciles ya que algunas son contradictorias a la forma del pensamiento de la gente. Jesús dijo: “El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27). “Renunciar a los seres queridos y a todos los bienes es apenas la liberación para poder cargar la cruz, ¿cuál cruz? La que vaya saliendo a mi paso, la que vaya descubriendo, sin tener que buscarla, pues será siempre un llamado inesperado y no imaginado, siempre para edificar el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, siempre para dar testimonio del amor y la fidelidad a Cristo”.
La primera lectura, tomada del Libro de la Sabiduría, inició con una pregunta: “¿Quién es el hombre que puede conocer los designios de Dios?” (Sab 9, 13). Nadie puede salir de la muchedumbre para entrar en el grupo de los discípulos si no se abre a recibir la sabiduría, que viene de lo alto.
La segunda lectura nos presenta una gran parte de la Carta de San Pablo a Filemón, pues es una epístola muy corta. Cabe aclarar que, en aquel tiempo, la esclavitud era socialmente aceptada, que incluso había cristianos que tenían esclavos, y esclavos que recibían el bautismo.
Pero San Pablo exhortó a los esclavos a obedecer a sus amos, pero los patrones no pueden ser déspotas.
Texto y fotos: Darwin Ail