Imponer (salvar) al periodismo

Por Sergio Aguilar

En el campo de la comunicación, uno de los conceptos que siguen demostrando su actualidad es la agenda setting, entendida como la capacidad de los medios de imponer un tópico de conversación en la arena pública.

Esta columna no pretende ser un espacio de disertación académica, pero vaya que es difícil no evitarlo en este preciso espacio (periodístico), pues las noticias reveladas esta semana por el Gobierno Federal solo confirman el alcance del problema de la prensa vendida.

No podemos negarlo: gente detestable como Joaquín López Dóriga es, en todos los sentidos, un influencer del Twitter (por si buscaban pruebas de la falta de dignidad de un espacio virtual como ése). La facilidad con la que él, y el grupo de “periodistas” que usan sus redes sociales como espacio para la propagación de noticias sumamente falsas (desde el supuesto hijo de AMLO en un auto de lujo hasta el supuesto nombramiento de Manuel Velasco como dirigente de la Semarnat) no solo habla de su falta de ética, sino también de la falta de raciocinio de nosotros, usuarios histéricos que rogamos porque alguien nos imponga el tema de conversación.

Me pone nervioso y algo preocupado ver a compañeras y compañeros que ejercen el periodismo tomar (lamento decirlo, pero así se percibe) con soberbia y poca seriedad la grave información que el gobierno suelta sobre los millonarios contratos que se tenían y tienen con los gobiernos para su promoción. Y mientras que algunos medios demostraban que eso era claramente publicidad (como Animal Político), otros niegan la veracidad de la información, así que, lejos de salvaguardar su “carrera” como periodistas, estaban a dos pasos de admitir que lo que se pagaba no era por espacios de promoción, sino por usar el espacio periodístico como promoción misma. En términos psicoanalíticos, se les pagaba por ocultar la enunciación entre los enunciados. Y esto, quiéralo o no, a los que más grave les debe de pesar y doler es a los periodistas, precisamente a aquellos que no se llenan los bolsillos siendo payasos aplaudidores de despreciables personajes como Peña Nieto, sino a aquellos que exponen su vida al intento de seguir una verdadera ética de su profesión.

Porque el problema es que sí se vuelve personal, en tanto que es un acto contra la institución del periodismo, cuando una boca que habla como López Dóriga de pronto es un “periodista”. Y el problema es que se vuelve un acto de cerrazón y de clavarse un cuchillo en su propia espalda cuando se minimiza esto, como lo están haciendo algunos periodistas, pues la credibilidad del público por el trabajo del periodismo en el país está cada vez más bajo tierra, junto a los profesionistas asesinados que intentaron hacer un trabajo digno.

Esta semana trascendió entre la comunidad de diseño gráfico de la ciudad una denigrante convocatoria de un periódico progreseño que prometía una recarga de 300 pesos al celular de la persona que mejor diseñara su logo. Muchos diseñadores gráficos tomaron la oportunidad para plantear interrogantes y autocríticas a su profesión y el modo en que ha perdido la dignidad entre la comunidad local. El hecho de que esa oferta haya venido de un periódico debería de provocar la misma reflexión del gremio periodístico. Esa reflexión sí vale la pena de imponer en la agenda de discusión pública, pues lo que está en juego no es poca cosa: es el periodismo mismo.

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