Izamal, la Virgen de la Concepción y la leyenda del 8 de diciembre

Cada inicio del último mes del año, durante la madrugada se cambian de lugar las dos vírgenes por 12 meses, según cuentan los habitantes de la región

Hoy 8 de diciembre, las muestras de fe se desbordan en la Ciudad de las tres Culturas, donde se celebra en grande a la Virgen de la Concepción, de la cual existe un re- lato que habla de la existencia de una segunda imagen, y que los habitantes de la región conocen como “La leyenda de las Dos Hermanas”.

Durante una visita realizada al Convento de San Antonio de Padua a principios de julio pasado, el secretario provincial de la Orden Franciscana, Juan Pablo Chávez, contó que cada 8 de diciembre durante la madrugada se cambian de lugar las dos vírgenes, es decir, la que pasa el año en el camarín que se encuentra en el convento, se traslada a un aposento debajo de la pirámide maya Kinich-Kakmó, y la que ahí se encuentra pasa a ocupar por un año el camarín.

El origen de esta leyenda tiene que ver con el hecho de que, al trasladarse Fray Diego de Landa a Guatemala con el encargo de los izamaleños de traer una imagen de la Santísima Virgen para el Convento, recibió de sus superiores de Mérida la orden de adquirir otra para el Convento que se encontraba en los terrenos de la Ciudadela de San Benito.

Las dos imágenes eran iguales en todo, en tamaño, belleza y todos sus detalles, y desde luego el pueblo las bautizó como “Las dos hermanas”.

El 16 de abril de 1829 se registró un intempestivo incendio en el Convento de esta ciudad de Izamal, se destruyó el altar y la imagen que se encontraba en él, por lo que, a petición del pueblo y autoridades civiles y eclesiásticas, fue traída la imagen actual que obraba en poder de doña Narcisa de la Cámara, que es la que existe en la actualidad.

En la página “Izamal, historias y leyendas de nuestra tierra”, se menciona que unos años antes del fatídico incendio en el convento, al ser retirada la orden franciscana del país por mandato real, todos los conventos a su cargo pasaron a poder del clero secular. Fue entonces cuando entró al servicio de la iglesia de este lugar como sacristán un indígena al que llamaremos José Chuc, quien tenía a su cargo la limpieza de la iglesia y el camarín.

Aquel fatídico 16 de abril de 1829 se cuenta que cuando los habitantes llegaron a la iglesia, las llamas ya habían cubierto el altar y el camarín y desde ese día desapareció José. La gente pensó que se había muerto entre las llamas, pero no se encontró nada que indicara que José y la Virgen se hubieran quemado.

Como antes se dijo, fue posteriormente traída a Izamal la Virgen existente en Mérida. Ya estando aquí, llegó el mes de diciembre, cuando se celebra la fiesta en honor a la Virgen Itzalana, y desde el primer día de ese mes corrió por la población una sorpresiva noticia: “José está otra vez en Izamal”, era la exclamación de toda la gente.

José fue al templo y entrevistándose con el sacerdote explicó que solo pasaría aquí los ocho días de la fiesta y que se ponía a disposición del padre como sacristán y guardián del camarín. Terminada la fiesta, José desapareció de Izamal prometiendo volver al año próximo para trabajar en la iglesia los mismos días y en la misma forma.

Esta costumbre siguió por varios años, pero comenzaron a correr por la población extraños rumores. Se decía que, en las horas de la madrugada de cada ocho de diciembre, se veía salir a José de la Iglesia de Izamal y di- rigiéndose al cerro Kinich-Kakmó, llegaba a la parte oriente de la base del mismo y en una oquedad que ahí existe, desaparecía. Al poco tiempo se le veía salir y volver al Convento por las mismas calles. Momentos después salía nuevamente de la iglesia y repetía el viaje exactamente igual que el anterior. Que luego del segundo viaje, las calles por donde pasaba quedaban un fuerte aroma a flores.

Pasaron los años, José es- taba anciano ya, pero persistía en cumplir su servicio anual a la iglesia, con su extraña costumbre, hasta que un año determinado, se cuenta que después de cumplir con sus viajes del cerro al convento, a las pocas personas que encontró ahí y que eran conocidas les dijo: “Es el último año que vengo a Izamal, pero que aún en mi ausencia, observarán que en las calles por donde pasaba en mis viajes cada ocho de diciembre en la madrugada, seguirían como antes, oliendo a flores”. Además, dijo que al fin había

sido autorizado a revelar un secreto celosamente guardado hasta entonces, y era éste: “Aquel fatídico 16 de abril cuando se quemó la iglesia, me encontraba trabajando en la parte posterior del edificio; y antes que nadie se

diera cuenta de las llamas, oí una voz que me decía: sálvame José, soy la Virgen. Me di cuenta de una luz que me seguía y no sabiendo a donde ir, dirigí mis pa- sos hacia el cerro Kinich-Kakmó y en la oquedad que éste tiene en el lado oriente, ahí entré acompañado de la Virgen”, contó José.

Texto y fotos: Manuel Pool

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