La imagen inmortal de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl despierta miradas artísticas que se traducen en pinturas como las de Joaquín Clausell y las de Gerardo Murillo “Dr. Atl”; pero también en versos como los del poeta peruano José Santos Chocano en “El Idilio de los Volcanes”.
Este poema revive la leyenda de los volcanes en la que un guerrero se enamora de una princesa, pero el padre de ella lo manda a una batalla sangrienta a Oaxaca, prometiendo que si regresa le otorgará la mano de su hija. Sin embargo, cuando Popocatépetl volvió su amada ya estaba muerta, por lo que se la llevó y los dioses, viendo el amor que tenía la pareja, los convirtió en volcanes.
Inspirado por esta leyenda es que Santos Chocano realizó sus versos: “El Iztaccíhuatl traza la figura yacente / de una mujer dormida bajo el Sol. / El Popocatépetl flamea en los siglos / como una apocalíptica visión; / Y estos dos volcanes solmenes / tienen una historia de amor, / digna de ser cantada en las compilaciones / de una extraordinaria canción”, se lee en la primera estrofa de “El Idilio de los Volcanes”.
La leyenda antes mencionada es contada por el vate en los siguientes versos en los que indica que Iztaccíhuatl “fue la princesa más parecida a una flor” o el sentir y los obstáculos que habría vivido el guerrero prehispánico ante la promesa del padre de la mujer que amaba, así como la escena que se habría desarrollado tras su regreso.
“Entonces hizo que veinte mil esclavos / alzaran un gran túmulo ante el Sol, / amontonó diez cumbres / en una escalinata como alucinación; / tomó en sus brazos a la mujer amada, / y él mismo sobre el túmulo la colocó; / luego encendió una antorcha, y, para siempre, / quedose en pie alumbrando el sarcófago de su dolor”.
“Duerme en paz, Iztaccíhuatl, nunca los tiempos / borrarán los perfiles de tu expresión. / Vela en paz. Popocatépetl: nunca los huracanes / apagarán tu antorcha, eterna como el amor”, finaliza el poema.
Texto: El Universal
Foto: Agencia