Jacarandoso, incansable promotor de la alegría y el buen humor

Cuando se habla del Carnaval de Mérida, de inmediato viene a la mente la imagen de Jacarandoso, sin duda un ícono de estos festejos, que en amena plática con Punto Medio invitó a los lectores a hacer un viaje a través del tiempo para conocer los orígenes de su personaje, que el próximo año cumplirá su aniversario 40 y, por supuesto, se prepara para celebrar en grande la ocasión.

Marcelo Sanguinetti Briceño recordó que desde niño sentía mucha atracción por el Carnaval. Los paseos en aquel entonces se realizaban a lo largo de la calle 59, saliendo desde el Parque de la Paz. –Mi familia acostumbraba acomodarse en la banqueta de una imprenta que era de un padrino y desde allí veíamos el desfile, en el que no había comparsas, pero si muchas calesas y carros alegóricos–comentó.

Unos años después, llegó la oportunidad de participar por primera vez en una comparsa y fue en la del popular “Pompidú”, (José Vinadé Abud), que había sido rey feo en 1974, y que buscaba jóvenes para integrarlos a su grupo.

-Salí dos veces con él y al tercer año, me decidí a participar en el concurso de comparsas que se hacía para elegir al Rey Feo, y reuní a mis hermanos, primos y vecinos de la calle 77 de aquí de San Sebastián y resultó que ganamos– recordó el entrevistado, quien “shokeado” por el triunfo, cuando le preguntaron cuál sería el nombre que llevaría como soberano no supo que responder.

-Yo pensé en “Tropicalísimo”; un amigo me sugirió “Guapachoso”, y alguien, dijo por allí “Jacarandoso”, y ese me gustó– indicó don Marcelo, que rememoró que fue el Mambo Número 8 el ritmo que le dio el gane en el certamen, que se llevó a cabo en la Cámara de Comercio.

Con el tiempo, Jacarandoso se hizo famoso por tener las comparsas más numerosas, llegando a contabilizar hasta a 500 personas, que lucían vestuarios espectaculares con espalderas y penachos fastuosos, al estilo Brasil. Pero no siempre fue así, en sus inicios, para costear los trajes de los participantes, cada año le pedía autorización al padre de la Parroquia de San Sebastián para organizar una kermés con la que recaudaba los fondos.

-Los integrantes me daban ingredientes para hacer panuchos y la ganancia de lo que vendíamos era para el vestuario. Había quienes apoyaban y otros que no tenían la posibilidad, era muy complicado, pero con mucho esfuerzo y sacrificio lo lográbamos–expresó orgulloso.

Y ya metidos en el tema de los vestuarios, Jacarandoso recordó que eran tantos los integrantes de su comparsa, que en una ocasión el sastre no pudo concluir a tiempo los trajes, y los jóvenes salieron de San Juan hacia Montejo solo con el pantalón.

-Les tuve que colocar una cinta para disimular que no tenían camisa, y fue hasta Santa Lucía donde nos alcanzó el sastre con lo que faltaba del vestuario– recordó entre risas Sanguinetti Briceño, quien recientemente vivió otra experiencia similar en el lunes regional cuando salió como vendedor de palomitas y éstas se le agotaron antes de tiempo.

-Había que detenerse para hacer más, pero era imposible. Quemadas se las di a la pobre gente– dijo este personaje, que a lo largo de los años ha salido de vendedor de pepitas, de panadero, de chivero y hasta de político, y para esta edición del Carnaval, nos tiene preparado una sorpresa muy especial.

Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Cortesía

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