La investigación de los periodistas Natalie Kitroeff y Ronen Bergman, del New York Times, revelan mensajes de texto inéditos que dan nuevas pistas sobre lo que sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala
El diario New York Times (NYT) reveló ayer un amplio conjunto de alrededor de 23 mil mensajes de texto inéditos, declaraciones de testigos y documentos con nuevas pistas sobre el caso Ayotzinapa: las intercepciones telefónicas muestran que policías, militares y otros funcionarios se coludieron con el cártel Guerreros Unidos que secuestró a 43 estudiantes normalistas la noche del 26 de septiembre de 2014. La investigación de los periodistas Natalie Kitroeff y Ronen Bergman revela mensajes de texto transcritos textualmente sin modificaciones.
“Los comandantes de policía cuyos agentes se llevaron a muchos de los estudiantes durante esa noche de 2014 habían estado obedeciendo órdenes directas de los narcotraficantes”, según muestran los mensajes de texto revelados por The New York Times. “Uno de los comandantes dio armas a los integrantes del cártel, mientras que otro respondió a una instrucción de que persiguiera a sus rivales”.
El texto del NYT agrega que “militares que monitoreaban de cerca el secuestro nunca acudieron a socorrer a los estudiantes también había recibido sobornos del cártel. En los mensajes de texto, captados en intervenciones telefónicas, los traficantes y sus colaboradores se quejaban de la insaciable codicia de los soldados, y se referían a ellos como putos a los que tenían en la bolsa”. Un teniente, destaca el texto, “incluso armó a sicarios vinculados al cártel y, según un testigo, ayudó a la policía a intentar ocultar su participación en el crimen luego de que los estudiantes fueron secuestrados y asesinados”.
Los mensajes de texto revelados por el NYT ofrecen la imagen más clara, hasta el momento, de un posible motivo de la colusión entre las autoridades y los asesinos. Según muestran los mensajes, un forense también prestaba servicios al grupo delictivo enviando fotos de cadáveres y evidencia en escenas de crímenes. “Tras el asesinato de algunos de los estudiantes, los traficantes incineraron los cuerpos en un crematorio propiedad de la familia del forense, dicen los investigadores. En un testimonio inédito, un integrante del cártel les dijo a las autoridades que los hornos solían usarse para desaparecer gente sin dejar rastro”, refiere el New York Times.
Sobre por qué ejecutó el cártel de Guerreros Unidos a los 43 estudiantes que se estaban formando para ser maestros y no tenían nada que ver con el crimen organizado, los mensajes revelan nuevas pistas:
“En los meses y semanas previos al secuestro, según muestran las intervenciones telefónicas, el cártel se había puesto cada vez más paranoico, asediado por luchas intestinas mortales mientras trataba de defender su territorio ante el avance de sus rivales. Así que cuando decenas de jóvenes llegaron a la ciudad de Iguala en autobuses de pasajeros —no muy distintos a los que el cártel usaba para contrabandear drogas a Estados Unidos— los traficantes confundieron el convoy con una incursión enemiga y dieron la orden de atacar, según lo que dicen ahora los fiscales”.
La versión hasta el momento es que minutos después de que los normalistas salieron de la central de autobuses, la policía los persiguió, les disparó y se los llevó. Varios integrantes del cártel han declarado que las víctimas fueron entregadas al grupo delictivo, que los mató y se deshizo de sus cuerpos.
El Ejército también estuvo implicado, pues recibió actualizaciones constantes sobre el crimen mientras sucedía. Había soldados en las calles e incluso un batallón militar local tenía a un informante entre los estudiantes, según las indagaciones.
Las intervenciones telefónicas no llegan al momento en lo que sucedió después de que Guerreros Unidos se llevó a los normalistas la noche del 26 de septiembre de 2014, por lo que sigue siendo un misterio.
Texto y foto: Agencias