A unos 45 minutos de Mérida se encuentra el municipio de Kopomá, un lugar pintoresco, cuyos habitantes presumen de una bella Iglesia en la que festejan con fervor tanto a San Isidro Labrador, en mayo, como a la patrona del lugar, la Virgen de la Asunción, en agosto.
Al pasar por la plaza principal se aprecia un convento abandonado, y que los habitantes dicen verlo de la misma manera desde que tienen uso de razón. Caminando por la zona se aprecia una placa en la que se recuerda que Kopomá se erigió como municipio libre, independiente y soberano el de 5 de agosto de 1935.
A 84 años de distancia, en la actualidad cuenta con 3 mil habitantes que están dedicados a la milpa, al bordado, mientras que otros laboran como obreros en las empresas ubicadas en la región aunque es motivo de orgullo que muchos jóvenes de la localidad estén estudiando sus carreras profesionales en escuelas principalmente de Mérida.
Kopomá significa “Agua de la hondonada”, y es conocido en la región por el cenote “Chen Há”, que se encuentra 3 kilómetros fuera del poblado, esto transitando con rumbo a Mérida, que en su momento vivió un importante auge turístico, que afirman los pobladores, ha ido a la baja por los recelos de los campesinos.
“No hay alguien que lo agarre para trabajar, aunque actualmente hay una persona que cuida del sitio que está abierto al público”, explicó uno de los vecinos.
Refirió que hay una segunda opción para disfrutar de un refrescante baño. Se trata del Cenote San Tito, que se encuentra justo frente al campo deportivo, en un predio particular, de la señora Bertha Angelina Ramírez Martín, quien recibió al equipo de Peninsular Punto Medio, mientras preparaba la cena de la familia en el traspatio de la casa.
-Uno de mis hijos cuando nació trajo el nombre de Tito, pero no se lo pusimos al niño, así es que cuando descubrimos el cenote, así decidimos llamarle– explicó doña Bertha, quien recordó que este apareció al momento de hacer un pozo en el patio de su casa.
-¿Cómo sabes que es un cenote?, le preguntó mi esposo, y él hizo un huequito con un palo que se hundió en la tierra húmeda, pero no dimos directo al agua, se tuvo que llegar a dos metros más, que es la parte que está debajo de la escalera metálica– comentó la entrevistada, que refirió que esto ocurrió aproximadamente 30 años.
La entrada al cenote que es de tipo gruta, se hace por una escalera de piedra que pasa justo por debajo del pozo, y el visitante tiene que sujetarse de una cuerda para pasarse a la escalera de metal y terminar este maravilloso recorrido, que si bien no es fácil, tiene una gran recompensa al ver el hermoso panorama que ofrece el sitio con transparentes y refrescantes aguas.
La fama del lugar ha traspasado fronteras, gracias a los numerosos visitantes tanto nacionales como extranjeros que constantemente son traídos en grupos por los guías de turistas.
-Mucha gente de lejos viene porque lo ven en internet. El año pasado llegó gente de Perú. Cuando arriban los turistas nos piden que les hagamos de comer, principalmente frijol con puerco, les gusta mucho a los gringos– reveló doña Bertha, quien cobra 20 pesos la entrada a los extranjeros y 15 al público local.
Y para finalizar el recorrido, la recomendación es degustar unos sabrosos panuchos de pollo, huevo sancochado o carne molida, que a tan solo seis pesos ofrece desde hace unos 15 años, en el mercado municipal, doña Martita Canul Moo.
¿Por qué esta tan barato (el panucho?, le preguntamos a doña Martita, quien contestó que es posible dar esos precios porque todos los ingredientes los tiene en el patio de la casa, los huevos y las gallinas, mientras que las tortillas las prepara una abuelita, que de esta manera obtiene un ingreso que le ayuda para sus gastos.
Y cuando probamos el sabor de estos panuchos, que crujen de doraditos, recordamos que vale la pena salir a recorrer las poblaciones del interior del estado, donde lo mejor es la convivencia con gente tan sencilla y hospitalaria como la que encontramos en Kopomá.
Texto y foto: Manuel Pool
