La Arquidiócesis trabaja en la reconstrucción del tejido social, asegura el Arzobispo

El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que en varios sectores de la Arquidiócesis desarrollan un programa de reconstrucción del tejido social, pues la paz que hace famoso al Estado está siempre en riesgo de romperse, y para conservarla se requiere del esfuerzo y colaboración de todos los ciudadanos, Dios nos otorgue el don de la paz.

También indicó que la verdad son muy pocos los cristianos que viven con rigor la Cuaresma, como se vivía en otros tiempos, haciendo más sacrificios y mortificaciones aún de los que la Iglesia recomendaba.

“Sepamos que en otro tiempo ni siquiera se permitían las fiestas, ni bodas, ni 15 años durante la Cuaresma, así como otras fiestas que no se hacían, y en caso de que se realizaran, no eran bien vistas. Hoy en cambio, la fiesta pareciera no terminar durante todo el año. Este domingo, pues, se da el tono de alegría por estar caminando hacia la Pascua”, expresó.

Hace décadas, el Viernes Santo las abuelas o bisabuelas inculcaban ir ese día a la iglesia y no estaba permitido escuchar radio o televisión. El obispo auxiliar, Pedro Mena Díaz, señaló que incluso no se laboraba ese día para que las familias vayan a las iglesias, pero ahora se labora y hay quienes hasta van a las playas.

Indicó que junto con toda la Iglesia de México, en este tercer domingo de mes nos unimos a la jornada de oración por todos los que sufren la violencia intrafamiliar, para que llegue la paz y la seguridad al interior de cada hogar, para que se reconstruya o fortalezca el tejido social en todos los rincones del país.

“Hoy en el santo evangelio según san Juan, Jesús cura a un ciego de nacimiento haciendo lodo con su saliva, untándoselo luego en los ojos. Para un no creyente, este método puede parecer absurdo y hasta asqueroso, pero para un creyente viene el recuerdo del acto creador de Dios en el libro del Génesis, quien para formar al hombre modela una figura de lodo, soplando luego en su nariz y dándole vida humana, con la imagen divina (cfr. Gn 2, 7). Este relato tiene entonces un sentido creador, para que el ciego pueda ver la luz del mundo”, indicó.

Señaló que el Señor en la primera lectura de hoy, tomada del Primer Libro de Samuel, que la mirada de Dios nos es como la mirada del hombre, pues “el hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones” (1 Sam 16, 7).

“Si nos lo proponemos en esta Cuaresma, con la gracia de Dios, podemos arreglar nuestra mirada sin necesidad de acudir a una óptica, para recibir el don de llegar a mirar en el corazón de las personas descubriendo su dignidad, y la grandeza de las verdaderas cualidades humanas que con frecuencia son escondidas, quedando detrás de la apariencia física, del estatus social, de la ropa que se lleva, del dinero, del conocimiento, del poder que se tiene o del que no se tiene. Aquí tenemos de nuevo el tema de la mirada de Dios y la mirada del hombre”, dijo.

Recalcó que, en el evangelio según san Juan, cada milagro respalda una enseñanza sobre la realidad divina de Jesús. En este pasaje, al darle la vista al ciego, Jesús define su misión diciendo: “Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo” (Jn 9, 5). La luz que Cristo ha traído al mundo es “para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos” (Jn 9, 39). Y es que los que creen ver por sí mismos, sin recurrir a la luz del Señor, no tienen criterio suficiente para juzgar, aunque fueran eminentes científicos, ¡y vaya que hay científicos e intelectuales de mucha fe, que viven bajo la luz de Dios!

Texto y foto: Darwin Ail / Cortesía