Mario Barghomz
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“Que la vida sea corta -le dice Aquiles a Briseida (La Ilíada: Homero) es lo mejor de la condición humana, porque en cada segundo debemos aprender a disfrutarla”. A los dioses no les importa el tiempo en el sentido de aprovechar cada momento de su existencia, porque son inmortales. El saber que son eternos y no morirán nunca les impide ocuparse con más sentido de su gozo inmediato y cotidiano. Si son o no felices, no les importa, tienen todo el tiempo de la eternidad para serlo algún día. Los mortales tenemos el tiempo contado.
Sabemos, por Homero, que Aquiles es mitad dios y mitad hombre. Su padre Peleo, es un mortal, pero su madre, Tetis, es una diosa del mar que ha querido inmortalizarlo sumergiéndolo en las aguas divinas del Estigia (aguas que dividen la vida de la muerte). Pero olvidó el talón de donde cogió al bebé cuando lo hundió en el agua, y que, como mortal, es la única parte vulnerable del héroe.
De ahí lo del famoso dicho el “talón de Aquiles” que usamos hoy como metáfora aludiendo a nuestras debilidades. La vida es breve, sin duda, como la del mismo Aquiles que fue muerto en el combate a Troya por las flechas de Paris, hermano de Héctor, a quien Aquiles habría dado muerte, vengando así el asesinato también de Patroclo, su amante y amigo.
Pero ya antes su madre le había dicho a Aquiles que, si se embarcaba en esa guerra, no regresaría. Si se quedaba, moriría de viejo luego de una larga vida. Aquiles decide ir a la guerra, marcharse a pesar de los juicios y recomendaciones de su madre.
¿Más qué tan larga sería cada vida, fuéramos o no a la guerra? Porque todo lo larga que sea, los años no serían tantos si los comparamos a la eternidad de los dioses.
La “vida eterna”, en la metafísica que usamos para hablar de nuestra relación espiritual con Dios, será sólo después de muertos. Pero en la vida humana no tenemos tanto tiempo, ni todo el tiempo. Debemos planear bien, mientras vivamos, qué es lo que tenemos y queremos hacer con el tiempo del que disponemos. Si son cien años, parece mucho, pero en el sentido que estamos hablando, ni siquiera es un “attosegundo”, es decir 0.000000000000000001, aludiendo al lenguaje de la Física por lo que esta área del conocimiento humano fue distinguida este año (2023) con el Premio Nobel. Hablamos de la velocidad con que una molécula (un electrón) se mueve en el tiempo.
A nivel cósmico, es una semejanza con la que nuestra materia (el cuerpo: 0.00001) se mueve en el espacio-tiempo. Nuestra evolución y desarrollo en el planeta lleva apenas un minuto, como ya habría dicho Carl Sagan, refiriéndose precisamente a nuestro tiempo cósmico en la galaxia que habitamos, que en el tiempo cronológico de nuestros calendarios equivale a 13,800 millones de años a partir del Big Bang, nacimiento de nuestro Universo.
Sí, el tiempo es casi una metáfora, una ilusión como diría Einstein. Pero es el tiempo el que nos preocupa a la hora de vivir. Y en la medida que tenemos para racionalmente poder distribuirlo, es que podemos planear lo que hacemos.
“La vida es muy corta -le dice Elon Musk a Max Levchin, con el que ha estado enojado por asuntos de su propia empresa de donde fue despedido-, pasemos página”. Y pasar página, como dice Musk, es lo que quizá debemos muchas veces hacer para seguir con una vida que valga mejor la pena.
De nada vale el rencor o el resentimiento que nos impiden seguir viendo el camino, movernos sin ese peso a la hora de mirar hacia adelante. La vida no es tan larga (la de nadie) como para esperar, sin más, a que las cosas un día sucedan.
Aprovechemos al máximo su brevedad haciendo que suceda como nosotros queremos. No dejando que la desgracia o la miseria emocional saboteen nuestro destino.